38. Mayo, mes de María, Reina del cielo

 A la Virgen María se la relaciona con la renovación de las cosas y el comienzo de una nueva y fructífera estación.

27 DE MAYO DE 2012

 Estudiar el interés de los católico romanos por el calendario es un ejercicio fascinante.

Al expresar la forma en que secuencian el tiempo, permiten el acceso a lo que el catolicismo romano considera importante para la vida cristiana y para la humanidad en general. La Iglesia Romana siempre ha prestado una gran atención al establecimiento de los ritmos de la vida por configuración y llenándolos de contenido y simbolismo religiosos.

No es por casualidad que nuestro calendario gregoriano (es decir, el calendario occidental) tomara su nombre del Papa Gregorio XIII, quien en 1582 estabilizó el anterior calendario juliano y dio forma al que tenemos actualmente. Merece la pena considerar que nuestra manera de medir el tiempo era decidida básicamente por un emperador romano y más tarde por un papa romano.

 En la Edad Media la Iglesia Romana marcó el calendario cristiano establecido centrándolo en torno a las fiestas tradicionales (p.e. Pascua, Pentecostés, Navidad) y añadiendo la veneración a un santo por cada día del año . Por tanto, se dio a la devoción popular una oportunidad diaria para exaltar las virtudes de hombres y mujeres ejemplares y para rezarles. La práctica de las oraciones intercesoras a los santos fue, además, alentada y es todavía una práctica que define a muchos católicos en todo el mundo. El tiempo está señalado por las prácticas devocionales que transmiten una poderosa cosmovisión religiosa.

Además de los años santos, los festivales anuales, las semanas especiales, los días sueltos y la liturgia de las horas, el calendario católico romano también se centra en meses específicos. Los diferentes ciclos de la vida están saturados de distintos ejercicios litúrgicos y devocionales. Pero hay un mes en particular que merece algunos comentarios.

 ¿POR QUÉ EL MES DE MAYO?
En el calendario litúrgico católico romano, mayo es tradicionalmente el mes de María. En las enciclopedias marianas y en los diccionarios mariológicos la única explicación que se da para la elección de este mes en particular es que mayo es la época del año en que la primavera resplandece, el clima es cálido y los campos empiezan a mostrar la llegada de la creciente cosecha. Como la naturaleza en mayo, por así decirlo, despierta después del invierno, así también la existencia cristiana refleja la revitalización de la vida.  A la Virgen María se la relaciona con la renovación de las cosas y el comienzo de una nueva y fructífera estación.

A finales del siglo XIX, el Día de la Madre empezó a celebrarse en Occidente. Aparentemente, no había ninguna conexión previa con el mes mariano que era una práctica ya bien establecida en la mayoría de las naciones católicas.  El Día de la Madre se inició con el deseo de honrar la memoria de nuestra propia madre. Por supuesto, muchos católicos vieron la aparición del Día de la Madre en mayo como una coincidencia “providencial” para honrar a la Madre  por excelencia , la Virgen María.Los dos significados, el religioso y el laico, están ahora mezclados, dando como resultado un mes cada vez más “católico”.

 ¿QUÉ OCURRE EN EL MES MARIANO?
El mes de María se celebra en una gran variedad de formas. La mariología altamente sofisticada coincide con las prácticas populares, que están profundamente arraigadas en el catolicismo del pueblo. De abajo hacia arriba, los movimientos marianos de base organizan vigilias de plegaria a María a nivel de parroquia, procesiones al aire libre, rosarios y cadenas de oración. La idea es marcar el territorio con la presencia de María. En los santuarios marianos las actividades se convierten en un delirio a causa de las peregrinaciones en grupo. En las homilías incluso se enfatizan más las referencias a las diferentes dimensiones mariológicas y en las librerías católicas se da un interés relevante a los rosarios especiales y a los instrumentos de devoción.

 En mayo, incluso los discursos y las alocuciones papales toman un sesgo más mariano.

Entre el Domingo de Pascua y Pentecostés,  el Papa recita la oración  Regina Coeli  (o sea, “Reina del Cielo”) en lugar del  Angelus  del mediodía en la plaza de S. Pedro . Los peregrinos y los turistas se reúnen para escuchar y rezar con el Papa.

 Regina Coeli  es una antigua oración mariana cuyo texto contiene la mariología católico romana en una cáscara de nuez.

 Reina del Cielo alégrate, aleluya.
 Porque el que mereciste llevar en tu seno, aleluya.
 Ha resucitado, según predijo, aleluya.
 Ruega por nosotros a Dios, aleluya.
 Gózate y alégrate, Virgen María, aleluya.
 Porque ha resucitado Dios verdaderamente, aleluya.

 Oremos. Oh Dios que por la resurrección de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el gozo de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 En  Regina Coeli  María es la receptora de las oraciones y la intercesora entre la fe y Cristo. Este es el gran énfasis del mes de María.

 Traducción: Rosa Gubianas

37. Iglesia Católica: esencia, realidad y misión

Tanto el tema como el autor hacen de este libro una lectura imprescindible para quienes estén interesados en el catolicismo romano de hoy en día.

20 DE MAYO DE 2012

 Katholische Kirche. Wesen, Wirklichkeit, Sendung (La Iglesia Católica. Esencia, Realidad, Misión) [1] es el último volumen del Cardenal Walter Kasper, una de las voces más interesantes de la teología católico romana contemporánea.

En un libro de más de 500 páginas Kasper, que ahora tiene 80 años, describe tanto su peregrinaje teológico en la Iglesia CR como los principales dogmas de la eclesiología católica con particular referencia al Vaticano II. El libro, por tanto, combina relatos autobiográficos con densos razonamientos teológicos.

 Las obras anteriores de Kasper (p.e.  Jesus the Christ  [Jesús el Cristo], 1976, y  The God of Jesus Christ  [El Dios de Jesucristo], 1984) le convirtieron en uno de los más importantes teólogos posteriores al Vaticano II, algunas veces alineado con las tendencias “progresistas”, pero siempre dentro de las fronteras de la corriente principal del catolicismo. El hecho de que le nombraran cardenal y después Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos (2001-2010) atestigua su “ortodoxia” desde el punto de vista del Vaticano. A diferencia de Ratzinger, él no participó en el Consejo, aunque ha sido un ferviente defensor del mismo, como reflejó especialmente la convocatoria para la renovación dentro de la tradición del Vaticano II.

Algunas veces jugó en contra del “conservador” Ratzinger, pero fue en vano. Por ejemplo, hace diez años se enzarzaron los dos en una controversia acerca de un tema eclesiológico, o sea, la primacía ontológica de la “única” Iglesia sobre las iglesias particulares (punto de vista de Ratzinger), o las iglesias “particulares” (el de Kasper) sobre la “única Iglesia”. En otras palabras, ¿la “única y católica” Iglesia debe estar en primer lugar y expresarse en las iglesias particulares o las “diversas y particulares” iglesias constituyen la única Iglesia? La solución fue muy católica: ambas y una; ¡Ratzinger continúa subrayando la “única” y Kasper sigue destacando las “particulares”!

 1. UNA ECLESIOLOGÍA DEL VATICANO II
Este libro es el resultado de toda una vida de reflexión sobre la Iglesia Católica, su realidad sacramental, su aparato dogmático, su tradición histórica y los problemas y desafíos de hoy en día.

Kasper rinde homenaje a sus padres teológicos que dejaron en él una impresión perdurable: (J.S. Drey y J.A. Möhler) de la escuela católica de Tubinga y J.H. Newman, todos ellos del siglo XIX. El primero le dio un “vivo” sentido de la Iglesia como cuerpo sacramental de Cristo; el último le infundió el sentido del “desarrollo en la continuidad” de la tradición de la Iglesia. Según Kasper, el Vaticano II es el resultado de la combinación de ambas tendencias. Su importancia global puede resumirse como “una continuidad acompañada de una renovación creativa” (27).

 El propósito principal del libro es articular una visión de la Iglesia Católica en torno a las categorías de  mysterium  y  communio.  El primero pone de relieve la sacramentalidad de la Iglesia CR, es decir, su condición de ser un signo e instrumento de comunión con Dios y de la unidad del género humano.  El último destaca su catolicidad , o sea, la habilidad de unirse el pasado y el futuro, la fe y la razón, la gracia y las obras, las instituciones romanas y la inspiración católica, el clero y el laicado, el papado y los movimientos, los vivos y los muertos, Cristo y María, etc.

Ante este espeso punto de vista católico romano, los informes protestantes de la iglesia parecen estar empañados por el “docetismo eclesiológico” (158) y la diferencia entre las dos es “fundamental” (263). Mientras que la Iglesia de Jesucristo subsiste en la Iglesia Católico Romana en su plenitud, existe también en otras comunidades cristianas, aunque en formas defectuosas.  Kasper se adhiere al “concepto de niveles” de la Iglesia (261 y 291) mediante el cual la Iglesia Católico Romana permanece en el centro y las demás iglesias giran a su alrededor según la proximidad o distancia de aquella.

Esta es la eclesiología estándar del Vaticano II. Kasper espera que el “espíritu” del Consejo continúe respirando en la Iglesia Católico Romana para fomentar la renovación dentro de los parámetros de la Tradición. A pesar de las pasadas controversias, reales o ficticias, este programa está muy próximo al del Papa Benedicto XVI.

 2. SIN NOTICIA DE LA TEOLOGÍA EVANGÉLICA MODERNA
 A través de todo el libro Kasper interactúa con los escritos y la teología de Martín Lutero. El reformador alemán es leído con una crítica respetuosa. Su principal falta fue que él rompió con la Iglesia institucional mientras que otros santos, a pesar de que también la reprobaban, no se rebelaron nunca contra ella ni su magisterio (229).

Otros reformadores del siglo XVI están menos presentes en el horizonte de Kasper. Esto es comprensible si tenemos en cuenta su procedencia alemana. Por supuesto, el Cardenal también está muy versado en teología ecuménica y hace un extensivo uso de su historia, diálogos y literatura, sobre todo de aquellos que provienen de la ortodoxia oriental y de la línea principal de las iglesias anglicanas y protestantes.

 Sólo hay una observación pasajera a los “movimientos y comunidades evangélicos” (53) que está relacionada con el Sur Global. Lamentablemente, no hay ni una simple referencia a los teólogos evangélicos actuales o a movimientos evangélicos significativos como el de Lausana.

Habida cuenta de que Kasper fue el Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos durante casi diez años, parece ser que su interacción “profesional” con los evangélicos no aumentó su interés por la teología evangélica.

Pueden haber varias razones para esto: 1. Un prejuicio con relación a la teología evangélica que no la percibe como un discurso serio que merezca su atención; 2. Una evaluación del movimiento evangélico que no considera que tenga una teología interesante o coherente con la que vale la pena interactuar (especialmente su eclesiología); 3. Una falta de autoconciencia evangélica que hace que sea difícil para los evangélicos dialogar con los católicos para que utilicen las fuentes y la literatura evangélicas como instrumentos de trabajo; 4. Una incorrecta introducción de los libros evangélicos en los círculos oficiales católico romanos.

También puede ser una combinación de todo lo dicho anteriormente. El caso es que Kasper está al corriente tanto de la teología católica como de la no católica de hoy en día, excepto de la teología evangélica. Y esto no es muy católico.

 Traducción: Rosa Gubianas

38. May, Marian Month

Studying the Roman Catholic interest of the calendar is a fascinating exercise. In expressing the way in which time is sequenced, it gives access to what Roman Catholicism considers important for the Christian life and for humanity in general. The Roman Church has always paid great attention to establishing the rhythms of life by shaping and filling them with religious contents and symbolism. It is not by chance that our Gregorian calendar (i.e. our Western calendar) takes its name for Pope Gregory XIII who in 1582 stabilized the previous Julian calendar and gave shape to our modern one. It is worth considering that our way of measuring time was basically decided by a Roman Emperor and then by a Roman Pope.

            In the Middle Ages the Roman Church punctuated the established Christian calendar centered around traditional festivals (e.g. Easter, Pentecost, Christmas) by adding the veneration of a saint for each day of the year. Popular devotion was therefore given a daily opportunity to exalt the virtues of exemplary men and women and to pray to them. The practice of the intercessory prayers to the saints was also encouraged and still remains a defining practice for many Catholics around the world.  Time is marked by devotional practices that convey a powerful religious worldview.

            Besides holy years, yearly festivals, special weeks, single days, and the liturgy of the hours, the Roman Catholic calendar also focuses on particular months. Different cycles of life are saturated with different liturgical and devotional exercises. One month in particular deserves some comments.

1. Why May?

In the Roman Catholic liturgical calendar May is traditionally the Marian month. In Marian encyclopedias and in Mariological dictionaries the only explanation that is given for the choice of this particular month is that May is the time of year when Spring shines forth with warm weather and the fields begin to show the coming and growing harvest. As nature in May, so to speak, awakens after Winter, so the Christian life reflects the reinvigoration of life. The Virgin Mary is associated with the renewal of things and the beginning of a new fruitful season.

            At the end of XIX century, Mothers’ Days began to be celebrated in the West. Apparently, there was no previous connection with the Marian month which was already a well established practice in the majority of Catholic nations. Mother’s Day started with the desire to honor the memory of one’s own mother.  Of course, many Catholics saw the emergence of Mother’s Day in May as a “providential” coincidence to honor the Mother par excellence, the Virgin Mary. The two meanings, religious and secular, are now blended, thus resulting in an ever more “catholic” month.

2. What Happens in the Marian Month?

The Marian month is celebrated in a variety of ways. The highly sophisticated Mariology coincides with popular practices that are deeply rooted in folk Catholicism. From the bottom up, grassroots Marian movements organize vigils of prayer to Mary at the parish level, with open air processions, rosaries, and chains of prayer. The idea is to mark the territory with Mary’s presence. In Marian sanctuaries activities become frenzy due to the pilgrimage of groups. In homilies references to the various Mariological dimensions are even more emphasized. In Catholic bookshops, special rosary chains and devotional tools are given special interest.

            In May, even papal speeches and addresses take a more Marian slant. Between Easter Sunday and Pentecost, the Pope recites them prayer Regina Coeli (i.e. “Queen of heaven”) instead of the Angelus at midday in St. Peter’s square. Pilgrims and tourists gather to listen to and pray with the Pope. Regina Coeli is an old Marian prayer whose text contains Roman Catholic Mariology in a nutshell:

Queen of Heaven, rejoice, alleluia.

For He whom you did merit to bear, alleluia.

Has risen, as He said, alleluia.

Pray for us to God, alleluia.

Rejoice and be glad, O Virgin Mary, alleluia.

For the Lord has truly risen, alleluia.

 

Let us pray.

O God, who has been pleased to gladden the world

by the Resurrection of your Son our Lord Jesus Christ,

grant, we pray, that through his Mother, the Virgin Mary,

we may receive the joys of everlasting life.

Through the same Christ our Lord. Amen.

In Regina Coeli Mary is the recipient of prayers and the intercessor between the faithful and Christ. This is the strong emphasis of the Marian month.

Leonardo De Chirico

leonardo.dechirico@ifeditalia.org

Rome, 15th May 2012

37. The Catholic Church in its Essence, Reality and Mission

Both the topic and the author make this book a must read for all who are interested in present-day Roman Catholicism. Katholische Kirche. Wesen, Wirklichkeit, Sendung (The Catholic Church. Essence, Reality, Mission)[1] is the last volume by Cardinal Walter Kasper, one of the most interesting voices of contemporary Roman Catholic theology. In a 500 plus page book Kasper, now 80 years old, outlines both his theological pilgrimage in the Church and the main tenets of Catholic ecclesiology with particular reference to Vatican II. The book therefore combines autobiographical narratives and thick theological arguments.

            Kasper’s previous works (e.g. Jesus the Christ, 1976, and The God of Jesus Christ, 1984) made him one of the leading theologians after Vatican II, sometimes aligned to “progressive” tendencies, but always within the borders of mainstream catholicity. The fact that he was made cardinal and then President of the Pontifical Council for Christian Unity (2001-2010) testifies to his “orthodoxy” from the Vatican’s point of view. Unlike Ratzinger, he did not take part at the Council, though he has been a fervent advocate of it, especially the call for renewal within the Tradition that Vatican II reflected.

            At times, he has been played against the “conservative” Ratzinger, but to no avail. For instance, ten years ago a controversy was mounted around an ecclesiological issue between the two, i.e. the ontological primacy of the “one” Church over the particular churches (Ratzinger’s view), or the “particular” churches (Kasper’s) over the one Church. In other words, does the “one and catholic” Church come first and express itself in the particular churches or do the “many and particular” churches constitute the one Church? The solution was very catholic: et-et, both-and, with Ratzinger continuing to stress the “one” and Kasper underlining the “many”!

1. A Vatican II Ecclesiology

This book is the result of a lifetime of reflection on the Catholic Church, its sacramental reality, dogmatic apparatus, historical tradition, and present-day problems and challenges. Kasper pays tribute to his theological fathers that made a lasting impression on him: the XIX century Catholic school of Tübingen (J.S. Drey and J.A. Möhler) and J.H. Newman. The former gave him a “living” sense of the Church as the sacramental body of Christ, the latter instilled in him the sense of “development in continuity” of the Church’s tradition. According to Kasper, Vatican II is the child of the combination of both trends. Its overall significance can be summarized as “a continuity accompanied by a creative renewal” (27).

            The main attempt of the book is to articulate a vision of the Catholic Church around the categories of mysterium and communio. The former underscores the sacramentality of the Church, i.e. its being a sign and instrument of communion with God and of the unity of mankind. The latter underlines its catholicity, i.e. the ability to join together both past and future, faith and reason, grace and works, Roman institutions and catholic afflatus, clergy and laity, papacy and movements, living and dead, Christ and Mary, and so on. To this thick Roman Catholic view, Protestant accounts of the church appear to be marred by “ecclesiological docetism” (158) and the difference between the two is “fundamental” (263). Whereas the Church of Jesus Christ subsists in the Roman Catholic Church in its fullness, it also exists in other Christian communities, though in defective ways. Kasper adheres to the “tiered concept” of the Church (261 and 293) whereby the Roman Catholic Church stands in the center and other churches revolve around it depending on their proximity or distance from it.

            This is standard Vatican II ecclesiology. Kasper hopes that the “spirit” of the Council will continue to breathe in the Roman Catholic Church to encourage renewal within the parameters of Tradition. In spite of past real or fictional controversies, this program is very close to that of Pope Benedict XVI’s.

2. The Missing Interaction with Modern Evangelical Theology

Throughout the book Kasper interacts with Martin Luther’s writings and theology. The German reformer is read with respectful criticism. His main fault was that he broke with the institutional Church whereas other saints, though critical of, never rebelled against it and its magisterium (229). Other XVI century reformers are less present in Kasper’s horizon. This is understandable given his German provenance. Of course the Cardinal is also very well versed in ecumenical theology and makes extensive use of its history, dialogues and literature, especially those that stem from Eastern Orthodox, mainline Protestant and Anglican churches.

            There is only one passing reference to the “Evangelical movements and communities” (53) which are associated with the Global South. Unfortunately, there is not a single reference to a present-day Evangelical theologian or to a significant Evangelical movement such as Lausanne. Given the fact that Kasper was the President of the Pontifical Council for Christian Unity for nearly ten years, it seems that his “professional” interaction with Evangelicals did not raise his interest towards Evangelical theology. There may be a number of reasons for that: 1. A bias concerning Evangelical theology that is not perceived as a serious discourse deserving attention; 2. An evaluation of the Evangelical movement that is not seen as having a coherent or interesting theology worth interacting with (especially its ecclesiology); 3. A lack of Evangelical self-awareness that makes it difficult for Evangelicals engaged in dialogue with Catholics to use Evangelical sources and literature as their working tools; 4. A defective penetration of Evangelical books in official Roman Catholic circles.

            There may also be a combination of those. The fact is that Kasper is abreast with both Catholic and non-Catholic present day theology, except with Evangelical theology. And this is not very catholic.

 

Leonardo De Chirico

leonardo.dechirico@ifeditalia.org

 

Rome, 7th May 2012


[1] I read the Italian edition: Chiesa cattolica. Essenza, realtà, missione (Brescia: Queriniana, 2012). References to page numbers refer to this edition

36. Ratzinger cumplió 85 años

Tal vez lo más interesante para reflexionar sea la trayectoria de su pontificado ahora que se ha cumplido el séptimo año.

06 DE MAYO DE 2012

 La semana pasada se dio el caso de la superposición de dos aniversarios entrelazados: el 85 cumpleaños de Joseph Ratzinger y el 7º aniversario de su pontificado. Hubo conciertos especiales, libros conmemorativos, y montones de mensajes le llegaron al Papa deseándole lo mejor.

Incluso recibió la visita del Primer Ministro Italiano Mario Monti acompañado por los miembros de su gabinete, que querían desearle personalmente un feliz cumpleaños. Sin embargo, el Papa “no vendió” su celebración privada a los medios de comunicación y la conmemoró de la manera reservada habitual.

 UN PAPA OCTOGENARIO
 Ochenta y cinco años es una edad notable para el cargo papal. Ahora es el papa más anciano desde León XIII (1810-1903) y puede que sea el “monarca” reinante más longevo de la tierra . Durante los últimos meses ha habido rumores de su voluntad de retirarse a causa del cansancio de la vejez. Ya ha comenzado a usar un bastón para caminar y en las largas procesiones litúrgicas se apoya en un caminador. Después de sus viajes internacionales, siempre se asegura de tener el suficiente tiempo reservado para descansar y recuperarse. Sin embargo, el ritmo de su programa diario desafiaría la resistencia de la mayoría de hombres de 40 ó 50 años.

 El liderazgo de la Iglesia Católico Romana siempre depende del delicado equilibrio entre el carisma personal y la participación del Papa y la burocracia de la curia vaticana, que ahora dirige el Secretario de Estado, el Cardenal Tarcisio Bertone. Parece que Ratzinger presta más atención a la preparación de sus discursos, homilías y obras escritas que a las operaciones diarias de la maquinaria organizativa vaticana . En los últimos meses han ocurrido varios contratiempos (p.e. fugas en agudos conflictos dentro de las oficinas vaticanas y proyectos financieros frustrados) que se explican, en parte, por el liderazgo algo distante de Ratzinger.

 UN PONTIFICADO “CATÓLICO”
 Tal vez lo más interesante para reflexionar sea la trayectoria de su pontificado ahora que se ha cumplido el séptimo año. El reinado de Benedicto no puede evaluarse adecuadamente si no se contempla como una continuidad con su carrera anterior.

Ratzinger ha sido una de las figuras fundamentales en la escena teológica y eclesiástica que siguió al Vaticano II.  Se le consideró “progresista” en su compromiso teológico juvenil para la renovación de la Iglesia, y más tarde “conservador” en su largo período de servicio a su Iglesia como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1981-2005). A Ratzinger se le describe con frecuencia como un teólogo del ala izquierda que se convirtió al ala derecha en sus años maduros. Estas etiquetas, por supuesto, no cuentan para valorar la “catolicidad” de la teología de Ratzinger, que es tanto tradicional como  aggiornata  (es decir, actualizada) .

Al evaluar el pontificado de Ratzinger y su teología como un todo, es peligroso contrastar el tradicionalismo y el progresismo como si fueran tendencias interrumpidas y en conflicto dentro de su obra. Quizás haya habido diferentes énfasis e inquietudes entre las diversas etapas de su carrera, pero la leyenda de la conversión de un teólogo radical al inflexible guardián de la ortodoxia es demasiado ingenua.

 ¿Cómo explicamos entonces este cambio de actitudes e intereses? Depende de la clase de paradigma que utilicemos para interpretar la corriente teológica de la Iglesia CR. En su genialidad teológica, el catolicismo romano de hoy en día es “católico” en el sentido de que abarca tanto el mayor respeto por el patrimonio recibido de la ICR, como el arduo intento de encontrar nuevas formas de articularlo y vivirlo. El resultado es una síntesis dinámica que contiene diferentes elementos dentro del sistema global. Ratzinger compendia muy bien esta clase de catolicismo, fuertemente arraigado en la tradición de la Iglesia, pero también decididamente comprometido con los retos del mundo moderno.

El lema de la revista teológica Communio, con la que está asociado desde 1972, resume a la perfección su visión teológica: “un programa de renovación mediante el retorno a las fuentes de la auténtica tradición”. En otras palabras, no es simplemente la repetición de un patrimonio heredado, sino la renovación a través de una nueva reapropiación de las fuentes bíblicas, patrísticas, litúrgicas y sacramentales.

 El catolicismo puede tomar diferentes giros. El catolicismo de Juan Pablo II era más global en extensión, tomista en la teología, carismático de carácter y mariano en la espiritualidad. El de Benedicto XVI es más occidental en su enfoque, agustiniano en la enseñanza, reservado en el estilo y litúrgico en su ámbito de aplicación. No obstante, ambos contribuyen a la catolicidad global de la Iglesia Romana.

 UN PONTIFICADO “OCCIDENTAL”
 La otra característica destacada de este pontificado es su atención a Occidente. Mientras que Juan Pablo II ensanchó la globalización de la Iglesia Católico Romana, Ratzinger ha puesto a Occidente en el centro del escenario de su objetivo.

 Su continuo parlamento crítico sobre los peligros del relativismo cultural y la típica tendencia de Occidente de deshacerse de sus “raíces” o su “herencia” son la clave para comprender su entero pontificado . Mientras que no queda siempre claro hasta que punto su crítica de la cultura occidental es también una defensa del statu quo constantiniano, él ha corregido algo positivo, a pesar de los puntos de vista abiertamente sentimentales del mundo moderno los cuales estaban presentes en su lugar en el Vaticano II.

La decisión de Ratzinger de crear una marca en el nuevo Consejo Pontificio dedicada a la Nueva Evangelización es una maniobra que tiene a Occidente como su principal objetivo. Lo que está en juego es el atraer de nuevo a los millones de personas bautizadas en la Iglesia CR y que ahora están vagando a la deriva. Aunque, desde el punto de vista sacramental, forman parte de la Iglesia, muchos de ellos están lejos de la misma. La Nueva Evangelización es, por consiguiente, un medio para llamarlos a volver de nuevo al redil.

 Juan Pablo II trabajó para extender las fronteras de la Iglesia, pero Benedicto XVI se afana para reforzar su centro histórico . La apuesta por Occidente es la apuesta de Ratzinger. Su pontificado se mantendrá o caerá por el resultado de la misma.

 Traducción: Rosa Gubianas