37. Iglesia Católica: esencia, realidad y misión

Tanto el tema como el autor hacen de este libro una lectura imprescindible para quienes estén interesados en el catolicismo romano de hoy en día.

20 DE MAYO DE 2012

 Katholische Kirche. Wesen, Wirklichkeit, Sendung (La Iglesia Católica. Esencia, Realidad, Misión) [1] es el último volumen del Cardenal Walter Kasper, una de las voces más interesantes de la teología católico romana contemporánea.

En un libro de más de 500 páginas Kasper, que ahora tiene 80 años, describe tanto su peregrinaje teológico en la Iglesia CR como los principales dogmas de la eclesiología católica con particular referencia al Vaticano II. El libro, por tanto, combina relatos autobiográficos con densos razonamientos teológicos.

 Las obras anteriores de Kasper (p.e.  Jesus the Christ  [Jesús el Cristo], 1976, y  The God of Jesus Christ  [El Dios de Jesucristo], 1984) le convirtieron en uno de los más importantes teólogos posteriores al Vaticano II, algunas veces alineado con las tendencias “progresistas”, pero siempre dentro de las fronteras de la corriente principal del catolicismo. El hecho de que le nombraran cardenal y después Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos (2001-2010) atestigua su “ortodoxia” desde el punto de vista del Vaticano. A diferencia de Ratzinger, él no participó en el Consejo, aunque ha sido un ferviente defensor del mismo, como reflejó especialmente la convocatoria para la renovación dentro de la tradición del Vaticano II.

Algunas veces jugó en contra del “conservador” Ratzinger, pero fue en vano. Por ejemplo, hace diez años se enzarzaron los dos en una controversia acerca de un tema eclesiológico, o sea, la primacía ontológica de la “única” Iglesia sobre las iglesias particulares (punto de vista de Ratzinger), o las iglesias “particulares” (el de Kasper) sobre la “única Iglesia”. En otras palabras, ¿la “única y católica” Iglesia debe estar en primer lugar y expresarse en las iglesias particulares o las “diversas y particulares” iglesias constituyen la única Iglesia? La solución fue muy católica: ambas y una; ¡Ratzinger continúa subrayando la “única” y Kasper sigue destacando las “particulares”!

 1. UNA ECLESIOLOGÍA DEL VATICANO II
Este libro es el resultado de toda una vida de reflexión sobre la Iglesia Católica, su realidad sacramental, su aparato dogmático, su tradición histórica y los problemas y desafíos de hoy en día.

Kasper rinde homenaje a sus padres teológicos que dejaron en él una impresión perdurable: (J.S. Drey y J.A. Möhler) de la escuela católica de Tubinga y J.H. Newman, todos ellos del siglo XIX. El primero le dio un “vivo” sentido de la Iglesia como cuerpo sacramental de Cristo; el último le infundió el sentido del “desarrollo en la continuidad” de la tradición de la Iglesia. Según Kasper, el Vaticano II es el resultado de la combinación de ambas tendencias. Su importancia global puede resumirse como “una continuidad acompañada de una renovación creativa” (27).

 El propósito principal del libro es articular una visión de la Iglesia Católica en torno a las categorías de  mysterium  y  communio.  El primero pone de relieve la sacramentalidad de la Iglesia CR, es decir, su condición de ser un signo e instrumento de comunión con Dios y de la unidad del género humano.  El último destaca su catolicidad , o sea, la habilidad de unirse el pasado y el futuro, la fe y la razón, la gracia y las obras, las instituciones romanas y la inspiración católica, el clero y el laicado, el papado y los movimientos, los vivos y los muertos, Cristo y María, etc.

Ante este espeso punto de vista católico romano, los informes protestantes de la iglesia parecen estar empañados por el “docetismo eclesiológico” (158) y la diferencia entre las dos es “fundamental” (263). Mientras que la Iglesia de Jesucristo subsiste en la Iglesia Católico Romana en su plenitud, existe también en otras comunidades cristianas, aunque en formas defectuosas.  Kasper se adhiere al “concepto de niveles” de la Iglesia (261 y 291) mediante el cual la Iglesia Católico Romana permanece en el centro y las demás iglesias giran a su alrededor según la proximidad o distancia de aquella.

Esta es la eclesiología estándar del Vaticano II. Kasper espera que el “espíritu” del Consejo continúe respirando en la Iglesia Católico Romana para fomentar la renovación dentro de los parámetros de la Tradición. A pesar de las pasadas controversias, reales o ficticias, este programa está muy próximo al del Papa Benedicto XVI.

 2. SIN NOTICIA DE LA TEOLOGÍA EVANGÉLICA MODERNA
 A través de todo el libro Kasper interactúa con los escritos y la teología de Martín Lutero. El reformador alemán es leído con una crítica respetuosa. Su principal falta fue que él rompió con la Iglesia institucional mientras que otros santos, a pesar de que también la reprobaban, no se rebelaron nunca contra ella ni su magisterio (229).

Otros reformadores del siglo XVI están menos presentes en el horizonte de Kasper. Esto es comprensible si tenemos en cuenta su procedencia alemana. Por supuesto, el Cardenal también está muy versado en teología ecuménica y hace un extensivo uso de su historia, diálogos y literatura, sobre todo de aquellos que provienen de la ortodoxia oriental y de la línea principal de las iglesias anglicanas y protestantes.

 Sólo hay una observación pasajera a los “movimientos y comunidades evangélicos” (53) que está relacionada con el Sur Global. Lamentablemente, no hay ni una simple referencia a los teólogos evangélicos actuales o a movimientos evangélicos significativos como el de Lausana.

Habida cuenta de que Kasper fue el Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos durante casi diez años, parece ser que su interacción “profesional” con los evangélicos no aumentó su interés por la teología evangélica.

Pueden haber varias razones para esto: 1. Un prejuicio con relación a la teología evangélica que no la percibe como un discurso serio que merezca su atención; 2. Una evaluación del movimiento evangélico que no considera que tenga una teología interesante o coherente con la que vale la pena interactuar (especialmente su eclesiología); 3. Una falta de autoconciencia evangélica que hace que sea difícil para los evangélicos dialogar con los católicos para que utilicen las fuentes y la literatura evangélicas como instrumentos de trabajo; 4. Una incorrecta introducción de los libros evangélicos en los círculos oficiales católico romanos.

También puede ser una combinación de todo lo dicho anteriormente. El caso es que Kasper está al corriente tanto de la teología católica como de la no católica de hoy en día, excepto de la teología evangélica. Y esto no es muy católico.

 Traducción: Rosa Gubianas

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38. May, Marian Month

Studying the Roman Catholic interest of the calendar is a fascinating exercise. In expressing the way in which time is sequenced, it gives access to what Roman Catholicism considers important for the Christian life and for humanity in general. The Roman Church has always paid great attention to establishing the rhythms of life by shaping and filling them with religious contents and symbolism. It is not by chance that our Gregorian calendar (i.e. our Western calendar) takes its name for Pope Gregory XIII who in 1582 stabilized the previous Julian calendar and gave shape to our modern one. It is worth considering that our way of measuring time was basically decided by a Roman Emperor and then by a Roman Pope.

            In the Middle Ages the Roman Church punctuated the established Christian calendar centered around traditional festivals (e.g. Easter, Pentecost, Christmas) by adding the veneration of a saint for each day of the year. Popular devotion was therefore given a daily opportunity to exalt the virtues of exemplary men and women and to pray to them. The practice of the intercessory prayers to the saints was also encouraged and still remains a defining practice for many Catholics around the world.  Time is marked by devotional practices that convey a powerful religious worldview.

            Besides holy years, yearly festivals, special weeks, single days, and the liturgy of the hours, the Roman Catholic calendar also focuses on particular months. Different cycles of life are saturated with different liturgical and devotional exercises. One month in particular deserves some comments.

1. Why May?

In the Roman Catholic liturgical calendar May is traditionally the Marian month. In Marian encyclopedias and in Mariological dictionaries the only explanation that is given for the choice of this particular month is that May is the time of year when Spring shines forth with warm weather and the fields begin to show the coming and growing harvest. As nature in May, so to speak, awakens after Winter, so the Christian life reflects the reinvigoration of life. The Virgin Mary is associated with the renewal of things and the beginning of a new fruitful season.

            At the end of XIX century, Mothers’ Days began to be celebrated in the West. Apparently, there was no previous connection with the Marian month which was already a well established practice in the majority of Catholic nations. Mother’s Day started with the desire to honor the memory of one’s own mother.  Of course, many Catholics saw the emergence of Mother’s Day in May as a “providential” coincidence to honor the Mother par excellence, the Virgin Mary. The two meanings, religious and secular, are now blended, thus resulting in an ever more “catholic” month.

2. What Happens in the Marian Month?

The Marian month is celebrated in a variety of ways. The highly sophisticated Mariology coincides with popular practices that are deeply rooted in folk Catholicism. From the bottom up, grassroots Marian movements organize vigils of prayer to Mary at the parish level, with open air processions, rosaries, and chains of prayer. The idea is to mark the territory with Mary’s presence. In Marian sanctuaries activities become frenzy due to the pilgrimage of groups. In homilies references to the various Mariological dimensions are even more emphasized. In Catholic bookshops, special rosary chains and devotional tools are given special interest.

            In May, even papal speeches and addresses take a more Marian slant. Between Easter Sunday and Pentecost, the Pope recites them prayer Regina Coeli (i.e. “Queen of heaven”) instead of the Angelus at midday in St. Peter’s square. Pilgrims and tourists gather to listen to and pray with the Pope. Regina Coeli is an old Marian prayer whose text contains Roman Catholic Mariology in a nutshell:

Queen of Heaven, rejoice, alleluia.

For He whom you did merit to bear, alleluia.

Has risen, as He said, alleluia.

Pray for us to God, alleluia.

Rejoice and be glad, O Virgin Mary, alleluia.

For the Lord has truly risen, alleluia.

 

Let us pray.

O God, who has been pleased to gladden the world

by the Resurrection of your Son our Lord Jesus Christ,

grant, we pray, that through his Mother, the Virgin Mary,

we may receive the joys of everlasting life.

Through the same Christ our Lord. Amen.

In Regina Coeli Mary is the recipient of prayers and the intercessor between the faithful and Christ. This is the strong emphasis of the Marian month.

Leonardo De Chirico

leonardo.dechirico@ifeditalia.org

Rome, 15th May 2012

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