82. ¿Un Mini-Asís para Tierra Santa?

21 DE JUNIO DE 2014

Asís es la pequeña ciudad donde Francisco de Asís (1181-1226) vivió la mayor parte de su vida y ahora se ha convertido en el destino de miles de peregrinos cada año. Asís es también el lugar donde en 1986 el Papa Juan Pablo II convocó una reunión de oración por la paz y diferentes líderes religiosos se unieron para orar, cada uno a su modo y a su propio D(d)ios. Esta iniciativa de plegaria inter-religiosa planteó algunas inquietudes dentro de la Iglesia Católica así como también fuera de ella. ¿Era una aprobación del universalismo religioso? ¿Era una forma de minimizar las afirmaciones exclusivas del Evangelio? ¿Se dio la impresión de que todas las religiones son iguales? ¿Qué clase de teología apoyó aquella oración inter-fe y multireligiosa? Aunque el Papa Benedicto intentó gestionar algunos de estos temas, el debate todavía continúa.

Ahora el Papa Francisco ha entrado en el debate de una manera muy impredecible. Durante su reciente visita a Tierra Santa invitó al Presidente Israelí Shimon Peres y al Líder Palestino Mahmoud Abbas a orar por la paz en la región (8 de Junio). En cierta forma esto fue una especie de acontecimiento mini-Asís.

EL PODER DE LOS SÍMBOLOS Y LA CONFUSIÓN INHERENTE
La oración tuvo lugar en el Vaticano, pero la escena fue muy similar a lo que sucedió en Asís. El Papa (ataviado con sus ropas blancas habituales) se sentó en el centro de un semicírculo, con las delegaciones israelitas y palestinas (todos ellos vestidos con trajes oscuros) a ambos lados. La cúpula de San Pedro los sombreaba a todos. Era la misma composición que en Asís, reconociendo al Papa como el “centro” del diálogo inter-fe y presidiendo las oraciones inter-religiosas. En sus cortos discursos, tanto Peres como Abbas elogiaron fácilmente el liderazgo estratégico del Papa al traer la reconciliación. Todos los símbolos presentes apoyaron firmemente la opinión de que el Papado es una institución clave para guiar a toda la humanidad unida.

La principal diferencia es que en Asís Juan Pablo II invitó a los líderes religiosos, mientras que Francisco reunió a líderes  políticos  para orar. Independientemente de lo que cada uno piense de la oración inter-fe, el evento de 1986 fue al menos coherente, en tanto que fueron llamados líderes religiosos para tomar parte en el mismo. Ahora, Francisco quería en su lugar presidentes para orar con él. El significado de esta decisión no puede ser fácilmente sobrestimado. El Papa es también jefe de un estado (es decir, la Ciudad del Vaticano) y, por consiguiente, lleva dos sombreros, por así decirlo. Es un igual de ambos líderes políticos y religiosos. No obstante, al pedir al Presidente Israelí rezar una oración judía y al Presidente Palestino una oración musulmana, les atribuyó erróneamente el papel de ser representativos de las religiones mayoritarias de sus países. Intercambió sus responsabilidades de representar a  todos  los ciudadanos (p.e. los cristianos israelíes y los cristianos palestinos incluidos) dándoles el sombrero de líderes religiosos judío y musulmán.

La confusión radica en el corazón de la Iglesia Católico Romana. Debido a que el Papa es tanto un líder religioso como un jefe de estado, la distinción entre lo que pertenece a la esfera de la religión y a la del estado queda significativamente enmascarada. Francisco invitó a sus colegas jefes de estado y les solicitó llevar a cabo un deber religioso como si fueran líderes religiosos. Proyectó su propia identidad dual (religiosa y política) en sus huéspedes. Esto no representa de ninguna manera una relación saludable entre los dos ámbitos.

PERPLEJIDADES PERMANENTES
La reunión mini-Asís de 2014 empleó un lenguaje similar al que se había utilizado en 1986. En su oración Francisco invocó a Dios como “el Dios de Abraham, el Dios de los Profetas, el Dios del Amor”, quien nos llama a vivir “como hermanos y hermanas”. Defendió firmemente la idea de que tenemos que “reconocernos mutuamente como hijos del mismo Padre”. “Hermano” fue la palabra usada con más frecuencia en su discurso y la paternidad universal de Dios fue el marco teológico del acontecimiento.

Ahora todo este lenguaje es ambiguo en el mejor de los casos. Puede utilizarse para indicar la necesidad que tienen los pueblos de diferentes antecedentes y religiones de vivir juntos y en paz como si fueran hermanos y hermanas. O puede significar que ya son hermanos y hermanas, hijos del mismo Padre, sin importar las convicciones religiosas que tengan. El énfasis puesto en la idea del “mismo Dios” indica claramente que la última interpretación es lo que realmente quiere decir Francisco. El hecho de que una oración cristiana (con una invocación a María, “la hija de la Tierra Santa y nuestra Madre”), una plegaria judía y una plegaria musulmana fueran ofrecidas una después de la otra, todas conteniendo referencias a “el mismo Dios – la misma humanidad”, apunta a la idea de que todas las religiones son al final buenas en sí mismas, siempre y cuando restauren y mantengan la paz. Esto es realmente con lo que se quedó la mayoría de la gente del mini-Asís del Papa Francisco. Después de las prudentes reservas del Papa Benedicto, el “espíritu de Asís” todavía respira en el Vaticano.

 

80. “Sin María, El Corazón queda Huérfano”

24 DE MAYO DE 2014

La devoción mariana de Francisco es uno de los signos que definen su espiritualidad. Desde sus primeros actos como Papa hasta sus discursos y prácticas diarias, la teología mariana tradicional es básica para su cosmovisión católica.

A los oídos evangélicos su lenguaje puede parecer, a veces, centrado en Cristo y orientado a la misión, pero estos énfasis del Evangelio aparentes están siempre orgánicamente relacionados con un fuerte marianismo que envuelve la narrativa y la experiencia religiosa del Papa. El último ejemplo de su profundo marianismo sucedió en un encuentro con los seminaristas en Roma el pasado 13 de mayo. Al contestar sus preguntas sobre varios temas, el Papa hizo algunos comentarios interesantes sobre el marco mariano que subyace en su teología de la vida cristiana.

BAJO EL MANTO DE LA SANTA MADRE DE DIOS
Comentando acerca de la necesidad de vigilancia en tiempos de confusión personal, Francisco evoca el consejo de los Padres Rusos de ponerse “bajo el manto de la Santa Madre de Dios”. Esta protección mariana, recuerda el Papa, forma también parte de la liturgia por la cual el creyente declara encontrar refugio bajo el  “presidium”  (refugio) de María:  “sub tuum presidium configimus, Sancta Dei Genitrix”  (bajo tu protección nos refugiamos, santa Madre de Dios). De este modo, no rezar a María en tiempos de dificultad, para un sacerdote es como ser “huérfano”.

La primera cosa que un niño hace cuando está afligido es buscar a su madre, y lo mismo debería suceder en el reino espiritual. La obra mediadora de Jesucristo y su total comprensión de nuestras necesidades (el punto central de Hebreos 1-2 y 4:14-16) aquí se pasa por alto totalmente y a su vez es subsumido bajo la protección de María quien es la madre que cuida a los que solicitan ayuda. Mientras el salmista puede clamar “¡Confiad siempre en El! ¡Habladle en oración con toda confianza! ¡Dios es nuestro refugio! (Salmo 62:8), el consejo de Francisco es buscar el “manto” de María.

Entonces el Papa continúa subrayando el vínculo que hay entre la maternidad de María y la maternidad de la Iglesia. Según él, a aquellos que tienen una “buena relación” con María se les ayudará a tener una “buena relación” con la Iglesia e incluso con su propia alma. Las tres tienen un ”elemento femenino” y los conecta de una forma transitiva y maternal. De nuevo hay un enérgico énfasis en la maternidad que corre a través de la cosmovisión mariológica. Los que no tienen una buena relación con María (suponiendo que esto signifique rezarle, confiar en ella y pedir su ayuda) son como “huérfanos”.

La Biblia, no obstante, enseña que una buena relación con la Iglesia es posible sólo mediante la cabeza de la Iglesia, o sea Jesucristo, y esto se produce mediante el Espíritu Santo (1 Corintios 12). Francisco, por otra parte, tiene una manera “maternal” de conseguir esta relación correcta.

¡LA MADRE O LA SUEGRA!
En este momento el Papa recuerda un episodio que le ocurrió hace treinta años cuando visitó a una familia en el Norte de Europa. Los miembros de esta familia eran católicos practicantes y estaban llenos de entusiasmo por Cristo (¿quizás influenciados por la cultura protestante de su comarca?). En una conversación dijeron: “Hemos descubierto a Cristo y, gracias a Dios, hemos pasado la etapa de la Madonna. Ya no la necesitamos”. “No”, respondió Bergoglio entristecido: “Esto no es una fe madura. Olvidar a la madre es siempre una mala cosa, no una señal de madurez”. Otra vez, surge la pregunta: encontrar a Cristo y sólo a El ¿es un paso hacia la madurez cristiana o es alejarse de la misma?

El último comentario concerniente a esta cuestión parece más bien una broma chistosa. Al terminar su reflexión mariana, Francisco concluye diciendo: “Si tú no quieres a María como una madre, ¡se convertirá en tu suegra!” Una manera curiosa de expandir aún más la metáfora de la maternidad en direcciones no bíblicas.

El caso es que el Papa Francisco cree que una fe libre de mariología o incluso con una mariología ligera es como una criatura huérfana y es también una fe inmadura. La verdadera cuestión es si una fe centrada en Cristo y orientada hacia la misión debería concentrarse en Cristo en lugar de entremezclar el Evangelio con varias ideas maternales que no hacen más que oscurecerlo.

76. La Catolicidad del Papa Francisco

15 DE MARZO DE 2014

Hace un año (el 13 de Marzo), el Cardenal Bergoglio era elegido como el Papa Francisco. Diferentes evaluaciones de este primer año proliferan por todas partes en forma de libros y editoriales. Las mismas muestran varias interpretaciones de lo que el Papa ha hecho, dicho y realizado hasta ahora. Como su primer aniversario se aproxima parece adecuado formular varias preguntas, y en todas ellas se supone que algo significativo ha estado ocurriendo. ¿Cuál ha sido el “efecto Francisco” en la iglesia? La respuesta más sencilla es que el Papa está imaginando una clase diferente de catolicidad.

 La Catolicidad Católico Romana

La comprensión católico romana de la catolicidad tiene que ver simultáneamente con la unidad y la totalidad. La premisa básica es que la multiplicidad debe adaptarse a una unidad. La Iglesia es vista como una expresión, un garante y un promotor de la unidad verdadera entre Dios y la humanidad y dentro de la propia humanidad. En términos del Vaticano II, la Iglesia es un “sacramento de unidad”. Siempre y cuando la estructura institucional que preserva esta unidad permanezca intacta (es decir, el elemento romano), todo puede y debe encontrar su hogar en algún lugar dentro de su reino (o sea, el elemento romano).

La mentalidad católica se caracteriza por una actitud de apertura total sin perder el contacto con su centro romano. Es intrínsicamente dinámica y global, capaz de mantener juntas doctrinas, ideas y prácticas que en otras tradiciones cristianas son consideradas como mutuamente excluyentes. Por medio de su inclusiva epistemología  et-et , en un sistema católico dos elementos aparentemente contradictorios pueden conciliarse en una síntesis que implica a ambos. En principio, el sistema es lo suficientemente amplio para dar la bienvenida a todo y a todos. El término a definir no es la Palabra de Dios escrita  (sola Escritura)  sino la propia Iglesia Romana. Entonces, desde un punto de vista católico afirmar algo no significa necesariamente negar otra cosa, sino simplemente quiere decir ensanchar la propia perspectiva de la verdad entera. A este respecto, lo que se percibe como importante es la integración de la parte en el todo católico por el medio de relacionar lo recién afirmado con lo que ya existe.

La Catolicidad permite un desarrollo doctrinal sin una ruptura radical con el pasado y también admite que coexistan diferentes clases de catolicidad. Cada Papa tiene su propio proyecto de catolicidad. Juan Pablo II presionó mucho para que la iglesia se convirtiera en un actor global, expandiendo en consecuencia la catolicidad geográfica y su perfil con los medios de comunicación. Benedicto XVI intentó definir la catolicidad en términos de su adhesión a la “razón” universal, tratando así de volver a conectar el abismo entre la fe y la razón que la Ilustración Occidental había introducido. Estos proyectos de catolicidad no son mutuamente exclusivos, pero todos ellos contribuyen a la dinámica global de la catolicidad de la Iglesia. Todos estaban orgánicamente relacionados con el elemento romano que garantiza la continuidad del sistema.

 La Planificación de la Catolicidad de Francisco

Después de un año de pontificado es cada vez más evidente la clase de catolicidad que tiene Francisco en mente. Quiere construir sobre la catolicidad global de Juan Pablo II al tiempo que cambia el énfasis de la rigidez doctrinal de Wojtyla a modelos más integradores. Defiende “de palabra” la catolicidad racional de Ratzinger, pero desea impulsar el programa desde las batallas ideológicas de Occidente a los asuntos “humanos” que son más atractivos en todo el espectro mundial. Si Ratzinger quería marcar la diferencia entre la Iglesia y el mundo, Francisco intenta hacer una superposición. Al modelar la nueva catolicidad parece estar más cerca del tono “pastoral” de Juan XXIII, quien será canonizado (es decir, declarado “santo”) el próximo mes de abril. Así hay continuidad y desarrollo. Esta es la esencia de la catolicidad.

Francisco tiene poco tiempo para las verdades “no negociables” y presta más atención a la diversidad de la conciencia de las personas. Está más interesado en la calidez que en la luz y más en la empatía que en el juicio. Se centra en las actitudes más que en las identidades y en abrazar más que en enseñar. Destaca las relaciones sobre las doctrinas. Para él la proximidad es más importante que la integridad. La pertenencia conjunta tiene prioridad sobre la creencia diferente. Llegar a las personas está antes que invitarles a regresar. Por supuesto, todas estas calificaciones no se oponen mutuamente, pero su relación se ha elaborado en el marco de un nuevo equilibrio, por lo cual el primero determina la orientación general. La catolicidad romana funciona de esta forma: no abandonar nunca el pasado y ampliar siempre la síntesis por medio del reposicionamiento de los elementos que están alrededor del centro romano.

Francisco llama “misión” a esta catolicidad. La palabra es familiar e intrigante para los cristianos creyentes en la Biblia; sin embargo, se tiene que comprender lo que quiere decir con ello, más allá de lo parece significar en la superficie.