50. ¿Un camino para los lute-romanos?

El Papa recordó que la unidad cristiana no es “unidad en la diversidad”, sino tener la misma fe, la misma Eucaristía y las mismas autoridades. Una unidad que sólo subsiste en la Iglesia Católico Romana.

10 DE FEBRERO DE 2013

 Entre los días 18 y 25 de Enero, la Iglesia Católico Romana y el Consejo Mundial de Iglesias organizaron la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Desde 1958, la Semana de Oración ha sido un ejercicio anual de “ecumenismo espiritual” (es decir, oración conjunta) que implica tanto a los cuerpos eclesiásticos oficiales como a los movimientos ecuménicos de base. Su principal premisa teológica es hacer una llamada a la plegaria común para conseguir la unidad de todos los que están “bautizados” . [i]

Al término de la semana, Benedicto XVI presidió la liturgia final en la basílica de San Pablo de Roma. En su homilía, el Papa subrayó que la unidad es dada tanto por Dios como por la responsabilidad de todos los cristianos.

En los esfuerzos que se hacen a favor de la unidad, las cuestiones doctrinales que causan la división entre la Iglesia Católico Romana y los demás cristianos no católicos no deberían “descuidarse ni minimizarse”.

También en esta ocasión, el Papa Ratzinger insistió en el hecho de que el ecumenismo no es una unidad sentimental desleída, sino que es una unidad en la profesión de la misma fe, en la celebración de la misma Eucaristía, y unidos bajo el mismo ministerio sacramental de la sucesión apostólica.

Sin embargo,  cuando la Semana de Oración estaba a punto de comenzar, un curioso evento proporcionó otra perspectiva del panorama general del ecumenismo católico romano .

 ¿UN CAMINO PARA LOS “LUTE-ROMANOS”?
Al presentar su libro más reciente sobre los principales temas del pensamiento de Ratzinger, en una librería romana junto al Vaticano, el Arzobispo Gerhard Müller, Prefecto de la Congregación Vaticana para la Doctrina de la Fe, hizo un comentario sobre una posible perspectiva para el proceso ecuménico.

 Imaginando un escenario futuro en el cual un número significativo de luteranos quisieran entrar en plena comunión con la Iglesia Romana, Müller dijo que podría crearse un “ordinariato” específico para ellos a fin de facilitar la transición . Un ordinariato es una diócesis especial que permite la completa integración en la Iglesia Romana mientras que, al mismo tiempo, concede la aceptación de algunos aspectos de la tradición espiritual y litúrgica anterior.

 El modelo del ordinariato ya ha sido previsto y aplicado. En 2009 el Papa Ratzinger dispuso la constitución de “ordinariatos personales para los anglicanos que entraran en plena comunión con la Iglesia Católica” . En este caso, los ex anglicanos que ahora son católico-romanos pueden celebrar los sacramentos de acuerdo “con los libros litúrgicos propios de la tradición anglicana”. El ordinariato consigue la integración en el sistema romano siempre y cuando se pague el tributo a su “catolicidad”, la cual es capaz de acomodar diferentes tradiciones.

 El Arzobispo Müller admitió que “el mundo luterano es algo diferente del anglicano, puesto que entre los anglicanos siempre ha habido un sector cercano al catolicismo”. No obstante, dijo, algunos luteranos albergan la esperanza de un restablecimiento de la plena comunión con Roma, y “la” Iglesia debería estar preparada para recibirles.

Sugirió que, al igual que con los anglicanos, la Iglesia Católica podría permitir a los luteranos conservar las “legítimas tradiciones que han desarrollado”, entretanto se convierten en miembros de la Iglesia Católica. La idea fue severamente criticada por los funcionarios luteranos.

 ¿CÓMO FUNCIONA LA UNIDAD VISIBLE?
 Aparte de los tecnicismos de la ley canónica, lo que es digno de considerar es el cuadro general que emerge de estos comentarios .

Es verdad que el arzobispo Müller no pronunció una declaración oficial como si la decisión ya estuviese tomada. Sin embargo, expresó unas ideas a las que se les da una seria consideración en los departamentos del Vaticano en ambos espectros de los límites de la Iglesia Romana.

 A su “derecha”, Roma está tratando concienzudamente de resolver la excomunión que infligió al tradicionalista Mons. Lefebvre y a sus seguidores en 1998. El medio para lograrlo es a través de un ordinariato por el cual podrían mantener sus modelos litúrgicos distintivos al tiempo que aceptarían que otros católicos se adhirieran a la evolución del post-Vaticano II.

 A su “izquierda”, Roma se está abriendo a los ex anglicanos y ahora, posiblemente, a grupos de luteranos que deseen abrazar la “catolicidad” romana si bien conservando parte de su patrimonio luterano . El ordinariato es el medio por el cual la catolicidad de la Iglesia romana puede extenderse por todos los lados preservando al mismo tiempo la unidad del sistema alrededor de la institución sacramental.

 El hecho de que estas ideas se pronunciaran públicamente en la semana ecuménica es intrigante, pero perfectamente legítimo si se comprende todo lo que el ecumenismo significa para Roma .

Por una parte, la Iglesia Romana ora con otros cristianos para la unidad y se regocija por la unidad que ya existe. Por la otra, establece disposiciones a fin de que la completa unidad sea conseguida mediante la incorporación de otros cristianos en su seno.

 Según el punto de vista romano de la unidad, no hay ninguna contradicción entre las dos medidas. Como se ha recordado anteriormente, el Papa en su homilía recordó que la unidad cristiana no es un tipo de unión corriente como “unidad en la diversidad”, sino la plena expresión de la unidad cristiana, o sea, profesar la misma fe, celebrar la misma Eucaristía y ser regido por las mismas autoridades. Esta completa o perfecta unidad subsiste solo en la Iglesia Católico Romana .

Las demás iglesias y comunidades son, en una forma u otra “defectuosas” en algunos aspectos importantes. Después de los anglicanos, ahora es el turno de que les hagan a los luteranos una disposición especial para que disfruten de una vida cristiana “más plena”.

 Traducción: Rosa Gubianas

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31. The New Evangelization and Its Silences

The New Evangelization is the buzzword for much of what happens at the Vatican. It could well become the catchword of Ratzinger’s entire pontificate given the attention that is receiving. Benedict XVI instituted a new Pontifical Council in 2010 entirely dedicated to the New Evangelization. The latter is mentioned in nearly all his speeches and is slowly but steadily becoming the overarching theme of many projects sponsored by the Vatican.

            The President of the newly created Vatican department, Msgr. Rino Fisichella, has just published a book (La nuova evangelizzazione, Milano: Mondadori, 2011) where he spells out the significance of the New Evangelization and offers an interesting perspective on the direction that this initiative is going to take. Fisichella was professor of Fundamental Theology (i.e. the RC way of defining a discipline between Apologetics and Systematic Theology) for many years and then Rector of the Lateran Pontifical University, one of the major and most prestigious academic institutions in Rome. After spending much of his life reflecting on the often turbulent relationship between faith and the modern world, Benedict XVI called him to lead the Vatican efforts towards mobilizing the RC Church towards the New Evangelization. From the chair to the square, so to speak.

1. What the New Evangelization is About

Fisichella makes clear that the New Evangelization applies to those countries where the RC Church was established in ancient times and where the first proclamation of the Gospel resounded many centuries ago. He acknowledges the fact that the word “evangelization” and the vocabulary around it has been treated with suspicion in RC circles due to its “protestant” usage and overtones. Mission and catechesis were more traditional and preferred terms for a long time. It is only after Vatican II that the language of evangelization began to be used.

            The expression “New Evangelization” was coined by John Paul II in 1979 and subsequently achieved a technical theological meaning. Its specificity has to do with its recipients, i.e. the masses that have been baptized in the RC Church but have “lost a living sense of their faith”. The goal of the New Evangelization is to call them back to the mother church.

2. Why the New Evangelization is Needed

Fisichella embarks on the attempt of analyzing what has caused such a transition to practical unbelief. The root of the Western crisis is the transformation of the process of secularization in a strong movement towards secularism. The former is a sociological process which reflects pluralism, the latter is a new dogmatic religion which is anti-Christian. This new stance forgets the rich “synthesis between Greek-Roman thought and Christianity” and replaces it with an ideology of religious indifference and relativism. In a telling comment, Fisichella argues that “the pathology that afflicts the world today is cultural” and is to be entirely attributed to secularism.

            This is a standard reading of Western cultural trends from a traditional point of view. What is striking in Fisichella’s otherwise nuanced reconstruction is the lack of self-criticism as far as the RC Church is concerned. It seems that the charge of the present-day crisis lies in secularism only, whereas churches seem to bear no responsibility. Even when he deplores the profound ignorance that most people show as far as the tenets of the Christian faith is concerned, he skips over the rather obvious point about who is to blame (at least partially but truly) for it. Are we sure that European churches do not bear any responsibility in today’s spiritual and cultural crisis, especially when they claim to have 70%, 80%, 90% of baptized in most countries? Isn’t there something wrong in their theology of Christian initiation? Isn’t there a problem in their catechetical impact? Isn’t there something awkward in their witness to the Gospel? In the end, are churches blameless in the Western spiritual turmoil? For Fisichella, the issue is not even mentioned.

3. New Evangelization … New Humanism

The New Evangelization is needed because the West has turned away from its Christian roots and it is time to reverse the tide. According to Fisichella, the battle ground is cultural, the issue at stake is anthropological, the task before the Church is to promote a New Humanism, i.e. a more advanced synthesis between Christian values and the Greek-Roman heritage through the rediscovery of the virtue of coherence on the part of Christians. The New Evangelization will be a means to achieve this ambitious goal, a goal that Benedict XVI wholly embraces and proactively spearheads.

So far, the narrative of the New Evangelization does not contain crucial biblical words like repentance from past and present mistakes, confession of sin, conversion to Jesus Christ. If the New Evangelization is to bear its fruit there is no other way than the biblical one.

 

Leonardo De Chirico

leonardo.dechirico@ifeditalia.org

 

Rome, 7th February 2012

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