71. Ecumenismo de sangre

15 de Diciembre de 2013

El hecho de que el Papa Francisco conceda entrevistas tanto a la prensa religiosa como a la secular ya no constituye una sorpresa. La revista Time le eligió “el hombre del año” debido a su acercamiento más abierto y relajado a los medios de comunicación. Esta actitud se expresó en una entrevista que publicó el periódico italiano La Stampa el día 15 de diciembre.La conversación empezaba con una reflexión sobre la Navidad pero después avanzó hacia otros temas, incluyendo interesantes comentarios sobre los puntos de vista del Papa acerca de la unidad de los cristianos.

LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS, ¿ES UNA PRIORIDAD PARA EL PAPA?
Esta pregunta se le planteó bruscamente al Papa Francisco durante la entrevista que le hizo el periodista de  La Stampa.  El respondió lo siguiente: “Sí, para mí el ecumenismo es una prioridad. Actualmente hay un ecumenismo de sangre. En algunos países matan a los cristianos por llevar una cruz o por tener una Biblia y antes de asesinarles no les preguntan si son anglicanos, luteranos, católicos u ortodoxos. Su sangre está mezclada. A los que matan es a los cristianos. Estamos unidos por la sangre, aunque todavía no hayamos conseguido tomar las medidas necesarias para alcanzar la unidad entre nosotros y puede que el tiempo no haya llegado aún… Aquellos que matan a cristianos no te piden tu documento de identidad para ver en que Iglesia fuiste bautizado. Necesitamos tomar estos hechos en consideración”.

Son éstas unas palabras importantes que tienen en cuenta lo que ocurre en el mundo. Los cristianos que sufren persecución en diferentes situaciones minoritarias pertenecen a distintas iglesias y tradiciones, pero son perseguidos principalmente a causa de que su fe pública suscita oposición. Su identidad eclesiástica es definitivamente secundaria. Más que su adhesión a una iglesia (cualquiera que sea) lo que primero importa es su fidelidad a Cristo y su Evangelio. Es su fe personal como seguidores de Jesús lo que incita a la persecución contra ellos. En el mundo global, las distinciones puramente denominacionales y las complejidades ecuménicas tienen muy poco sentido. El corazón del asunto es el corazón del Evangelio.

¿EN QUÉ SE BASA LA UNIDAD?
Hay todavía algo más que decir sobre lo que el Papa expresa concerniente al “ecumenismo de sangre”. Parece que si bien reconoce la impresionante realidad de la persecución de cristianos, sin importar cuales puedan ser sus etiquetas secundarias, el Papa piensa todavía en la unidad en términos de las categorías ecuménicas y católico romanas antiguas. Cuando se refiere al “bautismo” como la marca de la identidad cristiana se hace eco de la idea dominante en los círculos ecuménicos, es decir, que la unidad de los cristianos se basa en el bautismo. Según este punto de vista, ser bautizado significa ser cristiano y, por lo tanto, estar unido a Dios y a los demás cristianos. Esta es la doctrina católico romana estándar  (p.e. Unitatis Redintegratio 3.22)  (La Restauración de la Unidad) y la enseñanza ecuménica (p.e. el “Texto de Lima” de 1982, titulado  Bautismo, Eucaristía y Ministerio ).

El ecumenismo de sangre en cambio se basa en una fe personal en Jesucristo. No es opuesto al bautismo, por supuesto, pero no se basa en el mismo. Es probable que algunos de estos mártires no estén ni tan siquiera bautizados ni pertenezcan formalmente a ninguna iglesia cristiana histórica. Sin embargo, son creyentes en Jesucristo y esto es lo que realmente cuenta para su salvación y nuestra unidad en su conjunto como un cuerpo de creyentes. Por otra parte, muchos que han sido bautizados y son canónicamente miembros de alguna institución religiosa no son cristianos en absoluto. El fenómeno del nominalismo en Occidente demuestra que una persona puede estar bautizada y a pesar de ello ser totalmente contraria o indiferente al Evangelio y a su mensaje. La unidad cristiana no está fundamentada en el bautismo, sino en una fe personal en Jesucristo. Los que están unidos son aquellos que son creyentes cristianos en el sentido bíblico.

REPLANTEANDO EL ECUMENISMO
El ecumenismo de sangre debería servir de estímulo para replantear nuestra teología referente a la unidad de los cristianos, más allá de las consideraciones sentimentales hacia los cristianos perseguidos y con vistas a una mejor comprensión bíblica de lo que es un medio para que la Iglesia sea “una, santa, católica y apostólica”. Según el Vaticano II y otras enseñanzas magisteriales posteriores la unidad de los cristianos debería tener tres cosas en común: profesar la misma fe, celebrar la misma Eucaristía y estar unidos bajo el mismo ministerio sacramental de la sucesión apostólica en sumisión al ministerio papal. Paradójicamente, esta forma de entender la unidad es uno de los obstáculos más grandes para la unidad de los cristianos porque se deduce la unidad a partir de un sacramento administrado por una iglesia y confunde la unidad con estar bajo una determinada institución religiosa. Los mártires a los que se refiere el Papa no encajan en esta definición de la unidad, pero ellos son, no obstante, considerados como los cristianos verdaderamente unidos.

El ecumenismo de sangre demuestra que estas dimensiones no son necesarias para que tenga lugar la auténtica unidad y en cambio sirven únicamente como cargas adicionales y complementarias. El Papa Francisco, sin embargo, ha subrayado debidamente la realidad del ecumenismo de sangre. Pero el tiempo dirá si dejará de hablar de su “prioridad ecuménica” sin hacer nada al respecto o, en su lugar se decidirá a pensar en el ecumenismo más allá de los simples estereotipos ecuménicos e ir hacia unos patrones más bíblicamente garantizados. La unidad de estos mártires con la Iglesia Católico Romana puede que sea “imperfecta”, pero su unidad con Cristo es perfecta y esto es lo que realmente importa.

 Traducción: Rosa Gubianas

70. Trento, 450 años después

14 de Diciembre de 2013

En este año se cumple el 450 aniversario de la clausura del Concilio de Trento (1545-1563), considerado el acontecimiento más importante de la Iglesia Católico Romana de la era moderna. Un evento conmemorativo especial tuvo lugar en la ciudad de Trento con la presencia de una representación oficial del Papa Francisco.

TRENTO, EN POCAS PALABRAS
El Concilio de Trento fue la respuesta oficial de la Iglesia Católica a la Reforma Protestante del siglo XVI. Los puntos de la Reforma (sola gracia, sola fe, solo Cristo) fueron rechazados, a medida que eran afirmados por los Reformadores (principalmente Lutero), y refundidos en un marco sacramental que destacaba la contribución de las obras humanas y la mediación de los organismos de la iglesia.

En realidad, Trento declaró la incompatibilidad de la Reforma con lo que se había convertido entonces la doctrina oficial de la Iglesia de Roma y la renuencia de ésta en emprender un proceso para una radical revisión desde una perspectiva bíblica. Con el fin de conseguirlo, Trento solidificó la teología de los sacramentos, golpeando con una serie de “anatemas” a aquellos que sostuvieran las creencias protestantes. Trento intervino en el esclarecimiento de la posición romana (mediante decretos y cánones) y poniendo en marcha una cadena de cambios que impactarían la vida de la Iglesia.

Trento no fue un acontecimiento aislado. La fase post-Trento de la Iglesia estuvo marcada por una actitud firme y polémica, primero contra el protestantismo y después contra la modernidad. Si Trento era la reacción romana a la Reforma, el período de los dogmas marianos (1854: la inmaculada concepción de María; 1950: la ascensión corporal de María) y la infalibilidad papal (1870) fueron las respuestas a los desafíos ideológicos de la Modernidad.

LA HERENCIA DE TRENTO
Cinco siglos más tarde, la Iglesia Católico Romana ha adoptado definitivamente un “estilo” pastoral y eclesial diferente del de Trento, pero no lo ha cambiado sustancialmente, ni lo ha negado en su totalidad o en parte. No existe ningún punto del cual el Vaticano II se aleje de la enseñanza dogmática del Concilio de Trento. En el Vaticano II, Trento fue mantenido en un segundo plano pero permaneció dentro del marco del catolicismo romano. El “paradigma Tridentino” se puso, por así decirlo, en una perspectiva histórica, pero no se abandonó ni se olvidó. El Vaticano II ha metabolizado Trento pero de ninguna manera lo ha abandonado.

Con la “Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación” de 1999 entre la Iglesia Católico Romana y la Federación Luterana Mundial, Trento fue actualizado en su lenguaje y en su énfasis, pero quedó reiterado en su sustancia. Las dos posiciones fueron yuxtapuestas y se sostuvieron compatibles, funcionando, por tanto, con un esquema “y-y” que es la quintaesencia de la forma católico romana de desarrollar su sistema doctrinal. Los “anatemas” tridentinos se suprimieron para aquellos que sostienen las doctrinas de la Reforma si se reinterpretaban ecuménicamente, pero el núcleo teológico del catolicismo contemporáneo está impregnado todavía de su contenido tridentino: es la iglesia institucional la que media en la gracia de Dios a través de su sistema sacramental.La sola Gracia” fue y es todavía rechazada. Una clara indicación es el hecho de que no ha cambiado nada en áreas importantes como las indulgencias, el Purgatorio, las prerrogativas sacramentales de la Iglesia, el culto a los santos, etc.

EL PAPA FRANCISCO Y TRENTO
Con ocasión de la celebración oficial de Trento (1º Dic.) el Papa Francisco envió un emisario especial a Trento con una carta suya. En la misma dice que en este aniversario “incumbe a la Iglesia recordar con entusiasmo rápido y atento la doctrina más fecunda que emergió de este Concilio. Ciertamente no sin causa, la Iglesia ya ha concedido por mucho tiempo tanta atención a los Decretos y Cánones de dicho Concilio que han de ser recordados y observados”. “No hay duda”, continua la carta, “que con el Espíritu Santo que inspira y sugiere, concierne especialmente a los Padres no solamente guardar el sagrado depósito de la doctrina cristiana, sino también iluminar con mayor claridad a la humanidad”. El mismo Espíritu, según el Papa, ahora guía a la Iglesia “para restaurar y meditar sobre la más abundante doctrina de Trento”.

Citando a Benedicto XVI, Francisco termina la carta diciendo que (la Iglesia) “es un sujeto que crece y se desarrolla con el tiempo; no obstante, siempre sigue siendo la misma, el único sujeto del Pueblo de Dios perpetuamente en camino”.Es el Papa quien afirma la continuidad entre Trento y la Iglesia Católico Romana de hoy en día. No es una continuidad estática en cuanto que la Iglesia “se desarrolla” con el tiempo, pero es una continuidad en la cual la Iglesia cambia, si bien siempre permanece igual. ¡“y-y”, de nuevo!

69. Evangelii Gaudium según Francisco

14 de Diciembre de 2013

Cinco capítulos, 288 párrafos y más de 220 páginas. Todo esto se convierte en la Carta Apostólica del Papa Francisco titulada  El Gozo del Evangelio (Evangelii Gaudium) , el segundo documento magisterial de su Pontificado (el anterior es la encíclica  La Luz de la Fe) .

No obstante, es el primero que sale íntegramente de su propia pluma y originalmente fue escrito en español. En 2010 Benedicto XVI lanzó la idea de la “nueva evangelización” y en 2012 convocó un Sínodo de Obispos para debatir la misma. Ahora tenemos la interpretación de Francisco de la nueva evangelización en una declaración autoritativa que es también un compendio para interpretar la mayor parte de lo que el Papa ha dicho y hecho hasta la fecha. A continuación seleccionamos algunos de los aspectos más destacados.

CONVERSIÓN MISIONERA
Si bien  Evangelii Gaudium  llega un año después del Sínodo, que es citado 27 veces, todo el enfoque del tema depende más del documento latinoamericano de Aparecida que del primero. Más que de la “nueva evangelización” a este Papa le encanta hablar de la “misión”. La primera intenta llegar a los católicos no practicantes; la última es un estilo de toda la iglesia que va en todas direcciones. La primera es particularmente relevante para el Occidente cada vez más secularizado, mientras que la última es una agenda “católica” para el mundo.

Según el Papa, “la proyección misionera es paradigmática de toda la actividad de la iglesia” (15). La evangelización es una parte de la misión y no a la inversa. Aquí nos enfrentamos a una declaración programática del Papado: la Iglesia no puede permitirse permanecer en una modalidad de “simple mantenimiento”: necesita estar en un “estado permanente de misión” (25), expandiéndose, estando siempre comprometida en la participación de los demás y centrada constantemente en llegar a ellos.

El cultivo del mantenimiento y las actitudes autorreferenciales son los enemigos “internos” contra los que Francisco está dispuesto a luchar. La visión del Papa Francisco se dirige hacia el exterior y la “misión” (sea lo que sea lo que signifique) está en el centro de la misma. Su iglesia no estará a la defensiva, sino que se dedicará de manera proactiva a la promoción de su visión.

¿LA CONVERSIÓN DEL PAPADO?
Cuando llama a los demás a cambiar, el Papa también es consciente de la necesidad del Papado a convertirse. A veces, algunas “estructuras eclesiales” pueden llegar a convertirse en una carga y deberían, por consiguiente, abrirse a la transformación (26). En un enérgico pasaje, va tan lejos como para decir que está dispuesto a ver una “conversión del papado” (32). Para aquellos que se preguntan que significa esta expresión, esta conversión no implica una deconstrucción de la actitud dogmática del Papado, ni el cuestionamiento radical de las afirmaciones papales sobre el ministerio petrino. Esta frase tiene que ver más con la manera como funciona la burocracia vaticana que con la esencia doctrinal del Papado.

El documento, de hecho, habla de “descentralización” (16) enfrente de la “excesiva centralización” (32) o del papel cada vez más creciente de las Conferencias Episcopales (32). No hay ningún síntoma de conversión “real” del Papado en el sentido bíblico. El cambio que se prevé está en la esfera de la gobernabilidad interna de la iglesia.

MÁS GOZO QUE EVANGELIO
La palabra “gozo” se repite 59 veces y es el hilo conductor del documento. El Papa quiere dar un sabor gozoso a la misión. El Evangelio también forma parte del título pero tiene un rol menor en el mismo. El “corazón” del Evangelio está resumido de esta forma: “la belleza del amor salvador de Dios se hizo manifiesta en Jesucristo quien murió y resucitó de entre los muertos” (36).

En esta definición aparentemente evangélica del Evangelio falta algo: mientras que las Buenas nuevas de Dios, desde el punto de vista objetivo, están correctamente relacionadas con la narrativa de Jesucristo, la parte subjetiva de las mismas (o sea, el arrepentimiento de los propios pecados y la fe personal) se omite. La tragedia de estar perdido sin Jesucristo también se ha minimizado.

Por este motivo, en ninguna parte del documento se cita a los incrédulos no arrepentidos llamados a arrepentirse y creer en Jesucristo. Los cristianos no católicos ya están unidos en el bautismo (244), los judíos no necesitan convertirse (247) y con los musulmanes el camino es “el diálogo” porque “junto con nosotros ellos adoran al único y misericordioso Dios” (252, una cita de  Lumen Gentium 16).  Los otros no cristianos también son “justificados por la gracia de Dios” y están asociados al “misterio pascual de Jesucristo” (254).

El Evangelio no parece ser un mensaje de salvación del juicio de Dios, sino el acceso a unas medidas más completas para una salvación que ya se le da a toda la humanidad. Sin embargo, según Francisco, la misión es la voluntad gozosa de extender la plenitud de la gracia al mundo que ya está bajo la gracia.

CATOLICISMO ROMANO EN FORMA DE PÍLDORA
El documento proporciona interesantes comentarios hechos por el Papa cuando predica (“homilías” en el lenguaje católico, 135-159): una consideración especial para los pobres (186-216) y el “poder evangelizador de la piedad popular” (122-126), es decir, las variadas formas de los cultos a los santos y a María. Lo que es aún más notable, no obstante, es la sección en la cual Francisco se refiere a varios slogans que marcan la forma en que la cosmovisión católico romana despliega la tarea misionera. Estos son sólo dos de ellos:

-“La unidad prevalece sobre el conflicto”(226-230). El Papa alienta a los católicos a encontrar caminos en los cuales “los conflictos, las tensiones y las oposiciones puedan lograr una unidad diversificada que engendra nueva vida” (228). Este propósito “tiene lugar en un plano superior y conserva lo que es válido y útil para ambos lados” (idem). La “diversidad reconciliada” (230) es el tradicional enfoque  “y-y”  que hace una síntesis de puntos de vista y de creencias opuestos, sosteniéndolos en un equilibrio “católico”.

-“El todo es mayor que las partes”(234-237). El Papa aquí anima a los católicos a ver el panorama general de las cosas. “El todo es más que la parte, pero también es mayor que la mera suma de ellas” (235). Este “principio de totalidad” (237) recuerda otro aspecto distintivo de la visión católico romana en que la Iglesia es “un signo y un instrumento tanto de una estrecha unión con Dios como de la unidad de todo el género humano”  (Lumen Gentium 1).

Debemos formular una última pregunta: ¿No será la misión concebida por Francisco una tentativa de la Iglesia Católico Romana para aumentar su catolicidad y ampliar así su razón de ser el signo final de la unidad para toda la humanidad?

69. The Joy of the Gospel: A Window into Francis’ Vision

December 2nd, 2013

Five chapters, 288 paragraphs, and more than 220 pages. This is the Apostolic Letter of Pope Francis titled The Joy of the Gospel (Evangelii Gaudium), the second magisterial document of his Pontificate (the previous being the encyclical Light of Faith). It is the first, however, to come entirely from his own pen (and was originally written in Spanish). In 2010 Benedict XVI launched the idea of the “new evangelization”, and in 2012 convened a Synod of Bishops to discuss it. Now we have Francis’ interpretation of the new evangelization in an authoritative statement which is also a compendium to interpret most of what the Pope has been saying and doing so far. Here are some selected highlights. 

Missionary Conversion

Although Evangelii Gaudium comes one year after the Synod and is quoted 27 times, Francis’ whole approach to the topic is more dependent on the 2007 Latin American document of Aparecida than from it. More than the “new evangelization” this Pope loves to speak about “mission”. The former attempts at reaching the un-practicing Catholics, the latter is a style of the whole Church going in all directions. The former is particularly relevant for the ever more secular West, the latter is a “catholic” agenda for the world. According to the Pope, “missionary outreach is paradigmatic to all the church’s activity” (15). Evangelization is a part of mission, not the other way around. Here we are confronted with a programmatic statement of the Papacy: the Church cannot afford to stay in a “simple maintenance” mode: she needs to be in a “permanent state of mission” (25), going out, being always engaged in involving others and being constantly focused on reaching out. Maintenance culture and self-referential attitudes are the “internal” enemies that Francis is willing to fight. The vision of Pope Francis is an outward one and “mission” (whatever it may mean) is at the center of it. His church will not be on the defensive, but will be proactively engaged in promoting its vision.

A Conversion of the Papacy?

In calling others to change, the Pope is also aware of the need for the Papacy to be converted. At times, some “ecclesial structures” may become a burden and should therefore be open to transformation (26). In a telling passage, he goes as far as to say that the he is willing to see a “conversion of the papacy” (32). For those who may wonder what this expression means, this conversion does not entail a deconstruction of the dogmatic outlook of the Papacy, nor the radical questioning of the Papal claims about the Petrine office. It has to do more with how the Vatican bureaucracy functions than with the doctrinal substance of the Papacy. The document in fact speaks of “decentralization” (16) over against “excessive centralization” (32) or the growing role of the Episcopal Conferences (32). There is no sign of “real” conversion of the Papacy in the Biblical sense. The change that is foreseen is in the realm of internal church governance.

More Joy than Gospel

The word “joy” is repeated 59 times and is the common theme of the document. The Pope wants to give a joyful flavor to mission. The Gospel is also part of the title but has a lesser role in it. The “heart” of the Gospel is summarized in this way: “the beauty of the saving love of God made manifest in Jesus Christ who died and rose from the dead” (36). In this apparently Evangelical definition of the Gospel something is missing: while the objective Good news of God is rightly related to the narrative of Jesus Christ, the subjective part of it (i.e. repentance from one’s own sin and personal faith) is omitted. The tragedy of being lost without Jesus Christ is also downplayed. For this reason nowhere in the document are unrepentant unbelievers called to repent and believe in Jesus Christ. Non-Catholic Christians are already united in baptism (244), Jews don’t need to convert (247), and with believing Muslims the way is “dialogue” because “together with us they adore the one and merciful God” (252, a quotation of Lumen Gentium 16). Other non-Christians are also “justified by the grace of God” and are associated to “the paschal mystery of Jesus Christ” (254). The Gospel appears not to be a message of salvation from God’s judgment, but instead access to a fuller measure of a salvation that is already given to all mankind. According to Francis, therefore, mission is the joyful willingness to extend the fullness of grace to the world that is already under grace.

Roman Catholicism in Pill Form

The document provides interesting comments by the Pope on preaching (“homily” in Catholic language, 135-159), special consideration for the poor (186-216) and the “evangelizing power of popular piety” (122-126), i.e. the various forms of the cult of the saints and Mary. What is even more noteworthy, however, is the section where Francis refers to various slogans that mark the Roman Catholic worldview as it opens up to the missionary task. Here are just two of them:

–          “Unity prevails over conflict” (226-230). The Pope encourages Catholics to find ways in which “conflicts, tensions and oppositions can achieve a diversified and life-giving unity” (228). This resolution “takes place on a higher plane and preserves what is valid and useful on both sides” (idem). The “reconciled diversity” (230) is the traditional et-et (both-and) approach that makes a synthesis of opposing views and beliefs, holding them in a “catholic” equilibrium.

–          “The whole is greater than the parts” (234-237). The Pope here encourages Catholics to see the big picture of things. “The whole is greater than the part, but it is also greater than the sum of its parts” (235). This “principle of totality” (237) recalls another distinctive aspect of the Roman Catholic vision in that the Church is “a sign and instrument both of a very closely knit union with God and of the unity of the whole human race” (Lumen Gentium 1).

A final question needs to be asked: Is not the mission envisaged by Francis an attempt by the Roman Catholic Church to increase its catholicity and to expand its being the ultimate sign of unity for all mankind?

 

Si scrive “missione”, si legge “cattolicità” (romana). La Evangelii Gaudium di Papa Francesco

2 dicembre 2013

Sin qui il pontificato di Francesco era proceduto con comportamenti, gesti, parole, ecc. che non era facile capire e, soprattutto, mettere dentro un orizzonte coerente.  La frugalità dello stile, il linguaggio della missione, le concessioni unilaterali nel dialogo coi laici, il marianesimo spinto, la distanza dalla difesa dei valori non-negoziabili, costituivano “pezzi” di pontificato che risultava complesso mettere insieme. Prima di diventata papa, Bergoglio non aveva scritto in modo significativo e, quindi, non esisteva un documento che aiutasse a capirne l’universo di senso.  L’enciclica Lumen Fidei (5 luglio 2013) da lui firmata era, in realtà, stata scritta da Benedetto XVI e Francesco l’ha semplicemente promulgata. Era in ogni caso chiaro che non era farina del suo sacco. Ora, finalmente, il Papa ha scritto un testo programmatico, di suo pugno, che presenta la sua visione delle cose in modo più organico.

5 capitoli, 288 paragrafi, più di 220 pagine: la Evangelii Gaudium è un’esortazione apostolica che esce a un anno di distanza dal Sinodo dei vescovi sulla “nuova evangelizzazione”. Essa può essere letta come una dichiarazione d’intenti per il pontificato. Quali sono gli elementi principali?

Intanto, il papa vuole imprimere alla chiesa cattolica un’inversione di tendenza: dall’essere un’istituzione con atteggiamento difensivo e in una modalità manutentiva, vuole spingerla a diventare “missionaria”, coinvolta, pronta a sporcarsi le mani nel mondo, senza essere ossessionata dalla continua ricerca di marcare il territorio. Meno puntature identitarie sulla dottrina e sulla morale e più slancio verso l’esterno per accarezzare, comprendere, lenire le ferite degli uomini e le periferie del mondo. Meno burocrazia ecclesiastica, più missione ecclesiale. Meno divisione tra operatori-spettatori e più partecipazione di tutti. Meno giudizi su chi è “fuori” o chi si trova in zone “irregolari” della vita e più calore fraterno per tutti, mettendo in secondo piano le situazioni moralmente spurie.

Papa Francesco chiama “conversione” questa inversione.  Conversione per lui non è primariamente il pentimento dai peccati e la fede professata in Cristo da parte di chi non crede, ma è il cambiamento costante dei cristiani dalla pesantezza dell’istituzione verso lo slancio della missione (così intesa). Addirittura, arriva a parlare di “conversione del papato” (32). Naturalmente, non preannuncia alcuna riforma in senso biblico, ma un processo di “decentralizzazione” del governo della chiesa verso un ruolo più marcato delle conferenze episcopali regionali. In questo caso, la “conversione del papato” ha più a che fare con la burocrazia interna della chiesa di Roma che non con lo smantellamento delle prerogative dogmatiche dell’ufficio petrino.

Che “conversione” sia una chiamata per i cattolici è evidente anche da come in non-cattolici sono visti nel documento. Gli altri cristiani sono già uniti tramite il battesimo e a loro non è chiesta conversione (244). Gli ebrei sono sotto un’alleanza “mai revocata” e quindi non devono convertirsi (247). I musulmani adorano lo stesso unico e misericordioso Dio (252) e non è chiesto loro altro, se non riconoscere la libertà religiosa. Gli altri non cristiani sono “giustificati mediante la grazia di Dio” (254) anche senza un’esplicita professione di fede in Gesù Cristo. Il “vangelo” di cui parla il titolo non è un messaggio di salvezza dal giusto giudizio di Dio, ma l’accesso ad una più profonda, più piena, più gioiosa salvezza che è già data a tutta l’umanità. La “missione” di cui parla Papa Francesco è, allora, la volontà di estendere a tutti la pienezza della grazia ad un mondo già graziato.

Nel documento papale c’è più “gioia” che “vangelo”. Il vangelo presentato è monco della necessità da parte di tutti di rispondere in pentimento e in fede all’annuncio della buona notizia di Gesù Cristo. Si tratta allora di un’indistinta forma di universalismo religioso, di un incolore pan-cristianesimo in cui tutti sono già inclusi? Non proprio.

Il Papa, nel suo stile argomentativo che si sofferma su parole specifiche e su espressioni particolari, richiama alcuni slogan che aiutano a pensare alla “missione” come lui la intende.  Uno è “l’unità prevale sul conflitto” (226-230) e l’altro è “il tutto è superiore alla parte” (234-237). Sia l’uno che l’altro stanno al cuore della visione cattolico-romana delle cose. Sono due elementi essenziali della “cattolicità” romana, cioè quella capacità della chiesa di Roma di pensarsi come “sacramento”, segno e strumento dell’unità con Dio e dell’unità del genere umano. Il cattolicesimo si presenta quindi come il “luogo” spirituale (ma anche sempre istituzionale) in cui cercare l’unità oltre il conflitto e in cui il tutto comprende le parti, tutte le parti. Allora: si scrive “missione”, ma si legge “cattolicità”.

“Conversione” e “missione” sono le parole chiave del pontificato. Sono due parole bibliche, ma non basta citarle per significare quello che la Bibbia intende quando le impiega. Se non si approfondisce il senso che il Papa dà loro, si correrà il rischio di attribuire loro per default un significato improprio e non si capirà nulla di quello che Francesco sta dicendo.

68. 2017: From Conflict to Communion?

November 15th, 2013

2017 will mark the 500th anniversary of the beginning of the Protestant Reformation. On 31st October 1517 Martin Luther hang the 95 thesis in Wittenberg and this action is symbolically considered as the watershed event that triggered the Reformation. The anniversary will be a great opportunity to historically review and theologically reassess what Protestantism stood for in the XVI century and what its significance is for us today. This is especially true for those who identify themselves as Protestant and cherish being called Protestant.

Commemoration, not Celebration

One entry point in reflecting on the upcoming anniversary is the recently released document entitled “From Conflict to Communion. Lutheran-Catholic Common Commemoration of the Reformation in 2017”. It is a 90 page, joint statement between the Vatican and the Lutheran Federation that attempts to summarize what happened in the XVI century, the controversies that arose, and the ecumenical re-interpretation of the whole in light of pressing ecumenical concerns. It is a detailed “state of the art” of present-day ecumenism, its patterns of thought, its language and agenda.

Notice that the chosen word is not “celebration” but “commemoration”. Celebration would have implied an element of sober feasting in remembering the Reformation with an attitude of thanksgiving, while not hiding the “dark pages” of Protestant history. On the contrary, in spite of all that is said in Roman Catholic circles about Luther being “a witness of Jesus Christ”, ecumenism cannot celebrate the Reformation. It can only commemorate it. Official Roman Catholicism, even the post-Vatican II and ecumenically minded version of it, can only commemorate it. That is it can only remember, ponder, and reflect on it. Yet, is the standing legacy of the Reformation to be commemorated only? Is the call to go back to the Scriptures not to be celebrated? Is a Christ-centered, grace-depending, God-exalting faith not to be celebrated but only remembered?

The First Ecumenical Imperative?

After providing a carefully written summary of the main issues that divided the (Lutheran) Reformation and Roman Catholicism, the document ends by suggesting five imperatives for preparing for the commemoration. The first is the following: “Catholics and Lutherans should always begin from the perspective of unity and not from the point of view of division in order to strengthen what is held in common even though the differences are more easily seen and experienced”.

Unity, not truth in love, is the main thing. The first imperative is unity above all else. This, however, is not the best way of honoring the Reformation. Among many shortcomings, the Reformation was nonetheless a cry to have one’s own conscience and the church bound to God’s Word alone. This was the “first imperative” of the Reformation from which all else followed, unity included. It is telling that after 500 years unity top priority, replacing the authority of God’s Word. There is the risk of elevating “unity” to the absolute principle, a little “god” claiming pre-eminence. Perhaps this is the ecumenical “idol” of the day that needs to be addressed in a “protestant” way, i.e. recasting unity under the Word of God and not the other way around.

No Protestant Pride, but the “Courage” to Be Protestant

In some Protestant circles there may be the risk of approaching the 500th anniversary as if it were a “pride” parade, which is so common nowadays. The temptation is to idolize the Reformation as if it were a “golden age” of the Church. This would be totally contrary to what the Reformers stood for and would run against the best of the Evangelical Protestant heritage. While celebrating God for the great things that the Reformation brought back to the Church (Christ alone, Grace alone, Faith alone), there should be a sober realization of the many sins in and around the Reformation. A biblical faith should always be self-critical and honest, never indulging in self-celebration.

In 2008 David Wells wrote a book whose title indicates a more fruitful way to honor the Reformation: The Courage to be Protestant. It takes courage to live under the Word of God and to speak prophetically, act in a priestly way, and live as a kingdom people. In today’s ecumenical world, when unity is in danger of being idolized, it takes courage to affirm that the Bible stands over tradition and the church, that Christ is the only mediator, that grace is all you need for your salvation, and that God is a jealous God. It takes courage to make unity dependent on these Biblical truths and not elevating unity to the place of “first imperative”. Where these courageous Christians are, there the Reformation will be adequately celebrated. Otherwise, it will only be commemorated.

 

68. El ecumenismo no celebrará la Reforma de Lutero

14 de Noviembre de 2013

El año 2017 será el que marcará el 500 aniversario del principio de la Reforma Protestante. El día 31 de octubre de 1517 Martín Lutero colgó las 95 tesis en Wittenberg y esta acción se considera simbólicamente como el acontecimiento decisivo que puso en marcha la Reforma.

Este aniversario será una gran oportunidad para examinar históricamente y evaluar de nuevo teológicamente lo que representó el protestantismo en el siglo XVI y cual es su significado para nosotros en el día de hoy.

Esto es especialmente cierto para los que se identifican a sí mismos como protestantes y valoran el hecho de ser llamados protestantes.

CONMEMORACIÓN, NO CELEBRACIÓN
Un punto de entrada en la reflexión sobre el próximo aniversario es el documento recientemente publicado titulado “Del Conflicto a la Comunión: Conmemoración común luterano-católica de la Reforma en 2017”.

Es una declaración conjunta, de 90 páginas, entre el Vaticano y la Federación Luterana que intenta resumir lo que sucedió en el siglo XVI, las controversias que suscitó y la reinterpretación ecuménica de todo el conjunto a la luz de las insistentes inquietudes ecuménicas.

Es un detallado “estado del arte” del ecumenismo actual, sus pautas de pensamiento, su lenguaje y su programa.

Nótese que la palabra elegida no es “celebración” sino “conmemoración”.

Una celebración hubiese implicado un elemento de fiesta sobria en recuerdo de la Reforma, con una actitud de agradecimiento, aunque no se escondieran las “páginas oscuras” de la historia protestante.

Por el contrario, a pesar de todo lo que se ha dicho en los círculos católico romanos acerca de que Lutero fue “un testimonio de Jesucristo”, el ecumenismo no puede celebrar la Reforma. Únicamente puede conmemorarla.

El catolicismo romano oficial, incluso el post-Vaticano II que ecuménicamente es la versión preparada del mismo, sólo puede conmemorarla.

O sea que solamente puede recordar, meditar y reflexionar sobre la misma. Sin embargo, ¿el legado permanente de la Reforma debe ser solamente conmemorado?

La llamada a volver a las Escrituras, ¿no merece una celebración? Una fe centrada en Cristo, dependiente de la gracia, que exalta a Dios, ¿no es para ser celebrada y no simplemente recordada?

¿EL PRIMER IMPERATIVO ECUMÉNICO?
Después de proporcionar un resumen, esmeradamente escrito, de los principales temas que dividen la Reforma (Luterana) y el Catolicismo romano, el documento termina recomendando cinco imperativos para la preparación de la conmemoración.

El primero es el siguiente: “Los católicos y los luteranos siempre deberían empezar desde la perspectiva de la unidad y no desde el punto de vista de la división, con el propósito de fortalecer lo que se lleva a cabo en común a pesar de que las diferencias se vean y se experimenten más fácilmente”.

La unidad, no la verdad en el amor, es lo más importante. El primer imperativo es la unidad por encima de todo.

Esto, no obstante, no es la mejor forma de honrar la Reforma. Entre sus muchas deficiencias, la Reforma fue, sin embargo, un grito para obligar a la propia conciencia y a la Iglesia a estar unidas sólo a la Palabra de Dios.

Este fue el “primer imperativo” de la Reforma a partir del cual siguieron todos los demás, incluida la unidad.

Es revelador que después de 500 años la unidad sea la principal prioridad, reemplazando a la autoridad de la Palabra de Dios. Existe el riesgo de elevar la “unidad” al principio absoluto, un pequeño “dios” reclamando pre-eminencia. Puede que éste sea el “ídolo” ecuménico del día que necesita ser dirigido de una forma “protestante”, es decir, reformulando la unidad bajo del Palabra de Dios y no al revés.

“ORGULLO PROTESTANTE” Y “VALOR” DE SER PROTESTANTE
En algunos círculos protestantes puede existir el riesgo de enfocar el 500 aniversario como si fuera una marcha del “orgullo protestante”, cosa que es muy común en estos días.

La tentación está en idolatrar la Reforma como si fuera una “edad de oro” de la Iglesia. Esto sería totalmente contrario a lo que los reformadores defendían e iría en contra de lo mejor del patrimonio protestante evangélico.

Mientras se loa a Dios por las grandes cosas que la Reforma trajo de vuelta a la Iglesia (solo Cristo, sola Gracia, sola Fe) debe también haber una sobria comprensión de los muchos pecados que se cometieron en y alrededor de la Reforma. Una fe bíblica deber ser siempre autocrítica y honesta, nunca complacerse en la auto-celebración.

En 2008 David Wells escribió un libro cuyo título indica una manera más fructífera de honrar la Reforma: “The Courage to be Protestant” (El coraje de ser protestante). Se necesita coraje para vivir bajo la Palabra de Dios y hablar proféticamente, actuar de manera sacerdotal y vivir como un pueblo del Reino.

En el mundo ecuménico de hoy, cuando la unidad está en peligro de ser idolatrada, se necesita valor para afirmar que la Biblia está por encima de la tradición y de la Iglesia, que Cristo es el único mediador, que la gracia es todo lo que se requiere para la salvación y que Dios es un Dios celoso.

Hace falta valor para hacer que la unidad dependa de estas verdades bíblicas y no elevando la unidad al lugar de “primer imperativo”. Donde estos valerosos cristianos estén, la Reforma será celebrada adecuadamente. De lo contrario, será únicamente conmemorada.

 Traducción: Rosa Gubianas

67. The World Entrusted to Mary. Why?

October 16th, 2013

“Where ever Mary is venerated, and devotion to her takes place, there the Church of Christ does not exist”. If Karl Barth is correct, the Church of Christ was not present yesterday (October 13th) in St. Peter’s square when Pope Francis entrusted the world to Mary. The occasion was offered by the veneration of the statue of Our Lady of Fatima which had been brought to Rome for a special Marian day. Marianism is one of the keys to interpreting the present pontificate and this celebration further highlights its pervasiveness.

Entrusting the World to Mary?

If Francis appears to break with many conventions on the way he lives out his being Pope, he is very traditional as far as his Marianism is concerned. Entrusting the world to the Immaculate Heart of Mary was done by Pius XII during World War II (1942) and twice by John Paul II (1982 and 1984). Francis then follows an established XX century tradition that unites pre- and post-Vatican II Roman Catholicism.  These acts are responses to the message that Mary supposedly gave to the three young shepherds in Fatima (Portugal) in 1917.

The entrustment of the world to Mary is therefore something that stems from a recent Marian vision, with no biblical support whatsoever. Entrusting the world is a very important act but one wonders whether or not Christians are instead summoned by God’s Word to entrust their lives to the Creator (e.g. 1 Peter 4:19) or to make their requests to God Himself (e.g. Philippians 4:6). The world was entrusted by God the Father to God the Son (1 Corinthians 15:27) and there is no Mariological development that can overturn this truth.

The Act Itself

What did it mean for Pope Francis to entrust the world to Mary? Basically, the Pope prayed a Marian prayer that contained a number of far-reaching statements and commitments that, biblically speaking, are proper if addressed to the Triune God, but that were instead directed to Mary.

Here is a sample: “We are confident that each of us is precious in your sight and that nothing that dwells in our hearts is unknown to you”. At this point an ordinary Christian would ask: does not the Bible say that we are precious in God’s eyes (e.g. Isaiah 43:4) but never speaks of Mary in these terms? Moreover, does this statement imply that Mary knows the depths of our hearts? Is she omniscient, thus being referred to with attributes that belong to God alone? According to the Bible, God the Father knows the secrets of the heart (Psalm 44:21), God the Son knows men’s thoughts (e.g. Matthew 9:4), God the Spirit intercedes for us with groanings too deep for words (Romans 8:26).

Here is another statement: “Guard our lives in your arms”. Mary is depicted as defending and caring for us, yet another attribute that the Bible relates to God alone. God the Father preserves the lives of the saints (e.g. Psalm 97:10) and the Lord Jesus guards those who were given him by the Father (John 17:12). It is God’s power that guards his children through faith (1 Peter 1:5). Mary has no role in this. Moreover, it is God who gathers “the lambs in his arms” (Isaiah 40:11). Mary’s arms stretched to baby Jesus but nowhere in Scripture are we told that we can look for her embrace.

A final statement of the prayer contains the following invocation: “revitalize and nourish faith; sustain and brighten hope; inspire and animate charity” as if Mary was assigned this role. The Bible teaches that believers ask Jesus to help them grow in their faith (e.g. Mark 9:24), have their hope in God (e.g. Acts 24:15) and know that love is the fruit of the Holy Spirit (Galatians 5:22).

The problem with this Papal Mariology is that it is totally unwarranted if the Christian faith is to be based on the Word of God alone. In spite of all that is said in ecumenical circles about the re-approachment between Roman Catholics and Evangelical Protestants on the Bible, this Act of Entrustment to Mary shows that their differences are not a matter of nuances, but of fundamental issues that lie at the heart of the faith itself. Thankfully, “the earth is the Lord’s and the fullness thereof” (Psalm 24:1) and there is no need to entrust it to someone else.

 

 

67. ¿Encomendar el mundo a María?

15 de Octubre 2013

“Dondequiera que María es venerada y se lleva a cabo la devoción a ella, allí la Iglesia de Cristo no existe”. Si Karl Barth está en lo cierto, la Iglesia de Cristo no estaba presente el día 13 de octubre en la plaza de San Pedro cuando el Papa Francisco encomendó el mundo a María.

Se le ofreció la ocasión en la veneración de la estatua de Nuestra Señora de Fátima que se había llevado a Roma para un día mariano especial. El marianismo es una de las claves para interpretar el presente pontificado y esta celebración destaca aún más su difusión.

¿Encomendar el mundo a María?

Si Francisco parece romper con muchas convenciones por la forma en que vive su papel de Papa, es muy tradicional en lo que se refiere a su marianismo.

Encomendar el mundo al Inmaculado Corazón de María lo hizo Pío XII durante la Segunda Guerra Mundial (1942) y fue realizado dos veces por Juan Pablo II (1982 y 1984). Francisco sigue, por tanto, una tradición establecida en el siglo XX que unifica el catolicismo romano pre- y post-Vaticano II.

Estos actos son respuestas al mensaje que María supuestamente dio a los tres jóvenes pastores de Fátima (Portugal) en 1917.

La consagración del mundo a María es, por consiguiente, algo que proviene de una reciente visión mariana, sin ningún respaldo bíblico. Encomendar el mundo es una acción muy importante pero uno se pregunta si los cristianos están, en cambio, convocados o no por la Palabra de Dios a confiar sus vidas al Creador (p.e. 1 Pedro 4:19) o hacer sus peticiones al Mismo Dios (p.e. Filipenses 4:6). El mundo fue encomendado por Dios el Padre a Dios el Hijo (1 Corintios 15:27) y no hay ninguna evolución mariológica que pueda revocar esta verdad.

¿Qué significa este acto?

¿Qué significó para el Papa Francisco encomendar el mundo a María? Fundamentalmente, el Papa rezó una oración mariana que contenía una serie de declaraciones y compromisos de largo alcance que, bíblicamente hablando, son adecuadas si son dirigidas al Dios Trino, pero no si en su lugar se pone a “María”.

Una muestra: “Confiamos que cada uno de nosotros es precioso ante tus ojos y que nada que more en nuestros corazones te es desconocido”. Al llegar a este punto un cristiano ordinario preguntaría: ¿no dice la Biblia que somos de gran valor a los ojos de Dios (p.e. Isaías 43:4) pero nunca habla de María en estos términos?

Además, ¿esta afirmación implica que María conoce la profundidad de nuestros corazones? ¿Es ella omnisciente, en lo que se refiere a los atributos que pertenecen sólo a Dios? Según la Biblia, Dios el Padre conoce los secretos del corazón (Salmo 44:21), Dios el Hijo conoce los pensamientos de los hombres (p.e. Mateo 9:4), Dios el Espíritu intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras (Romanos 8:26).

Otra manifestación: “Guarda nuestras vidas en tus brazos”. Se representa a María como la encargada de la defensa y el cuidado de nosotros, o sea, otro atributo que la Biblia relaciona sólo con Dios. Dios el Padre preserva las vidas de los santos (p.e. Salmo 97:10) y el Señor Jesús protege a los que le fueron dados por el Padre (Juan 17:12). Es el poder de Dios que guarda sus criaturas a través de la fe (1 Pedro 1:5). María no tiene ningún papel en esto. Por otra parte, es Dios quien levanta “los corderos en sus brazos” (Isaías 40:11). María extendía sus brazos al niño Jesús, pero en ninguna parte de la Escritura se nos dice que podemos esperar su abrazo.

Una enunciación final de la oración contiene la siguiente invocación: “revitaliza y alimenta nuestra fe; sustenta e ilumina nuestra esperanza; inspira y anima nuestra caridad”, como si María tuviera asignado este papel. La Biblia enseña que los creyentes piden a Jesús que les ayude a crecer en su fe (p.e. Marcos 9:24), tienen su esperanza en Dios (p.e. Hechos 24:15) y saben que el amor es el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22).

El problema con esta mariología papal es que es totalmente injustificada si la fe cristiana se basar únicamente en la Palabra de Dios.

A pesar de todo lo que se ha dicho en los círculos ecuménicos acerca del re-acercamiento entre los católico romanos y los protestantes evangélicos en tormo a la Biblia, este acto de encomendación a María demuestra que sus diferencias no son una cuestión de matices sino de asuntos fundamentales que se encuentran en el corazón de la propia fe.

Afortunadamente, “la Tierra es del Señor con todo lo que hay y vive en la misma” (Salmo 24:1) y no hay ninguna necesidad de confiarla a nadie más.

66. Towards a Politically Correct Apologetics?

October 3rd, 2013

Secular people and media are praising Pope Francis for being open to “dialogue” with the modern world in a way that is personally engaging and fresh in style. On his side, the Pope is taking more and more pleasure in entertaining editors, journalists and opinion makers with interviews, personal meetings, and direct phone calls. The last instance of such papal strategy for communication is a long interview that was published on 1st October by the Italian daily newspaper La Repubblica with its former editor Eugenio Scalfari, an outspoken atheist. The interview follows an exchange of letters and a personal meeting between the two men.

What seems to emerge from all these pieces is a specific apologetic strategy by Francis. Here are three steps that form the apologetic backbone of what the Pope said in the course of the conversation and few biblical remarks about them.

First Step: Disparaging Proselytism to Avoid the Hard Question about Conversion

At the beginning of the conversation, Scalfari says:“My friends think you want to convert me” and here is how Francis replies: “Proselytism is solemn nonsense, it makes no sense. We need to get to know each other, listen to each other and improve our knowledge of the world around us. Sometimes after a meeting I want to arrange another one because new ideas are born and I discover new needs. This is important: to get to know people, listen, expand the circle of ideas”.

As it is well known, proselytism is a “bad” word and has an even worse press. It is associated with fanaticism, unethical methods, and religious extremism. The Pope wants to reaffirm the negative understanding of it and in so doing he wants to build a bridge with his secular interlocutor who has a terrible opinion of it. Notice though that Scalfari had not asked his opinion on proselytism. He wanted to know if the Pope desired his conversion. Instead of answering, Francis speaks of proselytism knowing that Scalfari agrees with him. Is it ethical for a Christian not to give an answer about his conversion? Is not conversion a biblical word? Is not conversion the goal that should inspire all Christian mission? Moreover, Francis’ description of what it means for a Christian to engage in dialogue is a biblically flawed account. He speaks of “knowing, listening, expanding the circle of ideas”, but what about telling, witnessing, preaching, proclaiming the Good News? In Athens, the apostle Paul did the former but also the latter (Acts 17:16ff). Why does Francis affirm the former and omit the latter?

Second Step: Offering a “Lovely” Summary of the Gospel to Soften the Secular Prejudices

In the course of the conversation the Pope provides a summary of the gospel that suits the expectations of the secular intellectual. Here it is: “The Son of God became incarnate in the souls of men to instill the feeling of brotherhood. All are brothers and all children of God”. A little later he says: “Agape, the love of each one of us for the other, from the closest to the furthest, is in fact the only way that Jesus has given us to find the way of salvation and of the Beatitudes”.

Strangely enough, this language is very similar to the old liberal account of the gospel: a God of love wishing the brotherhood of all men. According to theological liberalism, this is the “essence” of Christianity. But, biblically speaking, it is not. In this summary there is no reference to justice, sin, judgment, atonement, death and resurrection, conversion, … not surprisingly words that are unpalatable to the secular mind. Is not the summary offered by the Pope at best a seriously truncated gospel, at worst another gospel? Is pleasing the dialogue partner and matching his expectations the primary task of apologetics?

Third Step: Reinforcing the Role of the Individual Conscience to Eschew Confrontation

At another point, Scalfari asks: “Is there is a single vision of the Good? And who decides what it is?” Here is Francis’ reply: “Each of us has a vision of good and of evil. We have to encourage people to move towards what they think is Good”. Scalfari: “You wrote that in your letter to me. The conscience is autonomous, you said, and everyone must obey his conscience. I think that’s one of the most courageous steps taken by a Pope”. Francis:And I repeat it here. Everyone has his own idea of good and evil and must choose to follow the good and fight evil as he conceives them”.

The Pope agrees that “the conscience is autonomous” and following its indications is one’s own task. No reference, however, to the lies that subjugate the conscience and to sin that mars it. No reference to the guilty conscience or the misguided one that needs the power of the Gospel to free it from bondage.

Later on, Scalfari asks: “Do you feel touched by grace?” Francis:No one can know that. Grace is not part of consciousness, it is the amount of light in our souls, not knowledge nor reason. Even you, without knowing it, could be touched by grace”. Scalfari: “Without faith? A non-believer?” Francis:Grace regards the soul”.

Is grace really an experience beyond knowledge, reason and even faith? Are all men, for their being men, already graced even without knowing it and without believing in the biblical God? To this question the Bible would say “no” (e.g. Ephesians 2:1-10).

The dialogue was politically correct and the outcome of the conversation was the following: the secular thinker is no longer nervous about his need to be converted. He is also confirmed in the idea that the gospel is about love and human brotherhood. He is also reinforced in his conviction that his conscience is what really matters. Unfortunately, the Pope seems to agree on all three points. Is this good apologetics?