91. Ecumenism in All Directions. Pope Francis and the Unity of the Church

October 8th, 2014

Nothing is substantially new, but everything is affirmed and lived out in a really new way. This is how Cardinal Walter Kasper, former head of the Pontifical Council for Christian Unity, summarizes Pope Francis’ approach to ecumenism. In a foreword to a book that analyses the major papal speeches and acts as far as the unity of the church is concerned (Riccardo Burigana, Un cuore solo. Papa Francesco e l’unità della chiesa, Milano: Edizioni Terra Santa, 2014), Kasper argues that from his first address after being elected to his daily words and gestures, ecumenism has been central to what Francis has been doing thus far.

As is often the case in the Roman Catholic Church, there is no substantial change in the overall doctrinal framework. The Catholic approach to ecumenism is still the same without additions or subtractions. The final goal of ecumenism is to bring the whole church cum Petro (with Peter, i.e. in fellowship with the Pope) and sub Petro (under Peter, i.e. in submission to the Pope). Having said that, emphases and attitudes do change and this Pope certainly has a distinct way of interpreting his mission as a chief promoter of the ecumenical cause.

Ecumenism of Friendship

The book reflects the on-going commitment of Pope Francis to foster his view of Christian unity. After reading it, here are some observations that can be made. His ecumenical initiatives are based more on personal contacts with leaders of different churches and organizations than on institutional channels. In performing his role the Pope does not totally depend on Vatican bureaucracy but instead retains his own sphere of initiative. This relational aspect is often underlined as the primary way to foster mutual trust and deeper relationships. In Francis’ view, theological dialogues are less important than personal acquaintances. Nothing changes as far as the long term goal of the Pope presiding over the whole church is concerned, but this is not the issue that the Pope likes to focus on. The important thing for him is to say that we are friends, brothers, sisters, already “one” in some sense.

He wants different ecumenical partners and friends to be valued, listened to, cared for, and even admired. He wants to affirm them and wants them to feel appreciated. Theological and ecclesiastical alignments are secondary. Anyone interested in what is happening with this Pope should note that the paradigm he is operating under is that of an ecumenism of friendship rather than one of convictions. The two are not opposed, but the emphasis for him lies on the former, not the latter.

In his 2013 exhortation Evangelii Gaudium, Francis made clear that time is more important than space. What he meant is that those who set their lives in long-term trajectories are better suited to achieve something than those who concentrate on the here and now. The overwhelming appreciation of the ecumenical partners and the on-going investment in personal relationships are two tracks of the ecumenical path that is consistent with this view.

Closer to All?

Another impressive mark of Pope Francis’ ecumenism is that he manages to get closer to all his ecumenical partners without making distinctions between them. He has similar words, attitudes, and approaches to Eastern Orthodox of various stripes, Liberal protestants, Anglicans, Evangelicals, Pentecostals and other kinds of Christians. Theologically speaking this is rather awkward because the closer you get to the sacramentalism and the devotions of the East, the farther away you go from the liberal agenda of most Western protestant churches, and vice versa. Furthermore as you draw nearer to the “free” church tradition of Pentecostalism you at the same time distance yourselves from the highly hierarchical and sacramental ecclesiology of both the Roman and the Eastern traditions. Not so for Pope Francis. As already pointed out, this is not his approach. He invests in relationships with all people while leaving aside theological traditions and ecclesiastical settlements. He wants to get closer to all.

A further illustration of this point is that as he draws nearer to all Christians, Pope Francis is also determined to draw nearer to all people, be they religious or secular. The same brotherly and appreciative afflatus is what marks the Pope’s attitude towards Jews, Muslims, and agnostic intellectuals. Divisive issues are left aside whereas the “brotherly” dimension is always in the foreground. The Pope is clearly pushing with the same intensity the relational side of ecumenism and inter-religious dialogue as if they were two intertwined paths to achieve the overall catholic goal: cum Petro and sub Petro.

The point is that one’s objective is to draw nearer to everyone, this means that the driving concern is not biblical truth and love that is a principled and discerning criterion but the catholicity of friendship that is much more flexible and fluid. While appreciating the friendly tone, the keeping of Christian unity cannot be a matter of friendship alone. Unity in truth is what Jesus prayed for in John 17, and unity in truth and love is what Paul wrote about in Ephesians 4.

 

91. Ecumenismo en todas las direcciones

18 DE OCTUBRE DE 2014
Nada es sustancialmente nuevo, pero todo se concibe y se vive de una forma totalmente nueva. Así es como el Cardenal Walter Kasper, antiguo director del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, resume el enfoque que hace el Papa Francisco del ecumenismo. En el prólogo de un libro que analiza los principales discursos y actos papales referentes a la unidad de la iglesia (Riccardo Burigana, Un cuore solo. Papa Francesco e l’unità della chiesa [Un solo corazón. El Papa Francisco y la unidad de la iglesia], Milán: Edizioni Terra Santa, 2014), Kasper sostiene que desde su primera alocución después de ser elegido hasta sus palabras y gestos cotidianos, el ecumenismo ha sido el tema central de todo lo que Francisco ha estado haciendo hasta ahora. Como ocurre a menudo en la Iglesia Católico Romana, no hay un cambio trascendente en el marco doctrinal general. La aproximación católica al ecumenismo es todavía la misma sin adiciones ni sustracciones. El objetivo final del ecumenismo es traer a toda la iglesia cum Petro (con Pedro, o sea, en comunión con el Papa) y sub Petro (bajo Pedro, es decir, con sumisión al Papa). Una vez dicho esto, los énfasis y las actitudes cambian y este Papa tiene ciertamente una manera distinta de interpretar su misión como principal promotor de la causa ecuménica.
EL ECUMENISMO DE LA AMISTAD
El libro refleja el compromiso incesante del Papa Francisco para promover su visión sobre la Unidad de los Cristianos. Después de leerlo, se pueden hacer las siguientes observaciones. Sus iniciativas ecuménicas están basadas más en contactos personales con líderes de diferentes iglesias y organizaciones que a través de los canales institucionales. En el desempeño de su papel el Papa no depende totalmente de la burocracia vaticana sino que conserva su propia esfera de iniciativa. Se subraya con frecuencia este aspecto relacional como la forma principal de fomentar la confianza mutua y lazos más estrechos. Según el punto de vista de Francisco los diálogos teológicos son menos importantes que los contactos personales. Nada cambia en lo que concierne al objetivo a largo plazo del Papa presidiendo toda la iglesia, pero este no es el asunto sobre el cual al Papa le gusta concentrarse. Lo importante para él es decir que los amigos, los hermanos, las hermanas, ya somos “uno” en cierto sentido. El quiere diferentes copartícipes y amigos ecuménicos para evaluarles, escucharles, atenderles e incluso admirarles. Quiere afianzarles y desea que se sientan apreciados. Los alineamientos eclesiásticos y teológicos son secundarios.
Cualquiera que esté interesado en lo que sucede con este Papa debería notar que el paradigma bajo el que está operando es el de un ecumenismo de amistad en lugar de uno de convicciones. Los dos no son opuestos, pero él pone el énfasis en el primero, no en el último. En su exhortación Evangelii Gaudium de 2013, Francisco dejó claro que el tiempo es más importante que el espacio. Lo que quiere decir es que aquellos que fijan en sus vidas trayectorias a largo plazo están mejor adaptados para conseguir algo que los que se concentran en el aquí y ahora. La abrumadora apreciación de los socios ecuménicos y la continua inversión en relaciones personales son dos pistas del sendero ecuménico que es coherente con esta opinión.
¿MÁS CERCA DE TODOS?
Otra marca impresionante del ecumenismo del Papa Francisco es que logra acercarse a todos sus socios ecuménicos sin hacer distinciones entre ellos. Tiene similares palabras, actitudes y aproximaciones hacia los ortodoxos orientales de varias bandas, los protestantes liberales, los anglicanos, los evangélicos, los pentecostales y otras clases de cristianos. Teológicamente hablando esto es más bien incómodo porque cuanto más se acerca uno al sacramentalismo y las devociones del Este, más lejos se va de la agenda liberal de la mayoría de las iglesias protestantes occidentales y viceversa. Además, a medida que se aproxima uno más a la “libre” tradición de la iglesia del Pentecostalismo se distancia al mismo tiempo de la eclesiología sumamente jerárquica y sacramental, tanto de las tradiciones romanas como de las orientales.
Pero no es así para el Papa Francisco. Como ya se ha señalado, este no es su enfoque. El invierte en relaciones con todo el mundo mientras deja de lado las tradiciones teológicas y los arreglos eclesiásticos. Quiere acercarse a todos. Una ilustración adicional a este punto es que mientras se aproxima a todos los cristianos, el Papa Francisco también está determinado a estar cerca de todas las gentes, ya sean religiosas o seglares. Las mismas fraternales y apreciativas inspiraciones es lo que caracteriza la actitud del Papa hacia los judíos, los musulmanes y los intelectuales agnósticos. Las cuestiones que causan división se dejan aparte, mientras que la dimensión “fraternal” está siempre en primer plano. El Papa está claramente empujando con la misma intensidad el lado relacional del ecumenismo y el diálogo inter-religioso como si ambos fueran dos caminos entrelazados para conseguir la totalidad del objetivo católico: cum Petro y sub Petro. El caso es que si el objetivo propio es acercarse a todo el mundo, esto significa que la preocupación principal no se dirige hacia el amor y la verdad bíblicos, que es el criterio de sensatez y de principios, sino a la catolicidad de amistad que es mucho más flexible y fluida. Al tiempo que reconocemos el tono simpático, el mantenimiento de la unidad de los cristianos no puede ser sólo un asunto de amistad. Unidad en la verdad es por lo que Jesús oró en Juan 17 y unidad en la verdad y el amor es sobre lo que Pablo escribió en Efesios 4.

90. Church Planting in Rome?

September 29th, 2014

Catholic missiology speaks of “plantatio ecclesiae” to describe the process of church planting where currently there is no church. The rationale of this “plantatio” is that once the (Roman Catholic) church is planted there is no need to plant another church. This is even truer in the city of Rome! In the city where the Holy See has its center and where the heart of the Roman Catholic Church lies, how does one dare to plant a church? The Church (capital C) is already there by definition! So, church planting in the shadow of the Vatican requires extra-homework in order to identify a biblical warrant before embarking on such a task.

Spiritual Barriers
Church planting in Rome encounters lots of cultural and religious barriers: non-catholics are often perceived as sects, awkward people, foreigners, or new religious movements. Sometimes,  unfortunately, the evangelical performance (e.g. narrow-mindedness, tribal mentality, over-sensitivity to differences, estrangement from the real world) confirms these stereotypes. The intent, however, should be to show that evangelical churches are biblical, classical, orthodox, protestant churches that cherish church history, the heritage of the Church Fathers, and have a long legacy in the history of Christianity while reflecting a spiritual vitality that is lacking in so many spheres of the religious world.

Then there are the spiritual and theological roadblocks. Here the whole issue of mediation comes to the fore. How do we draw near to God? The standard Catholic view is that one approaches God through the sacramental system of “mother” Church. Many words that are used are the same (e.g. grace, cross, gospel, salvation), but they mean very different things and their meanings have to be addressed. Church planters must avoid the danger of assuming that terms such as grace, faith, Jesus, church, cross, and gospel, are understood as they are biblically defined. Dismantling old patterns and constructing new ones is an on-going task. Gently but firmly people need to distance themselves from catholic institutional/sacramental baggage and be exposed to the Gospel afresh.

Finally, there is the personal dimension. The ordinary Roman is struck by the personal element of the Gospel. Usually they have no concept of it. Their religion is mainly a set of practices and traditions, but not something that involves their whole life. Therefore community life, church life, and family life are all important ways to convey the practical difference that a saving faith in Jesus Christ brings to everyday life.

Ecclesiological Challenges and Gospel opportunities

The majority of Roman Catholic countries are as poorly evangelized as most secular countries in Europe. Rome is no exception. The vast majority are nominal Christians who have a loose sociological belonging to the community and no saving faith in Jesus Christ. For the most part Roman Catholic practice is based more on Folk Catholicism (e.g. devotions and processions) than Biblical Christianity. The reading of the Bible was prohibited for centuries and this censorship has produced a high level of biblical ignorance. People think they are “Christian” because they were baptized as infants and are part of a “Christian” culture, but there is little if no sense of personal engagement as far as the Gospel is concerned. Beyond the outward religious surface, there is a blend of religious and secular idolatries along with a mixture of pre and post-modern idolatries. While the presence of the institutional church is pervasive, the impact of the Gospel is minimal and significantly obscured by social convenience and practical indifference.

Rome therefore is a mission field and church planting is key to evangelism and Gospel transformation. Rome is certainly not accustomed to being a city where religious pluralism and the plurality of churches are welcomed. Over the centuries the Church has always been presented in the singular and anyone outside of the (Roman Catholic) Church was considered a heretic and/or a schismatic. The claim of being a “church” outside of the Roman Catholic Church is countercultural but something that most people find intriguing. This is especially true in celebrating the Lord’s Supper (the Eucharist being the center-piece of the entire Roman Catholic system where its sacramental, hierarchical, and dogmatic dimensions intersect). Here church planters are sending the message that the Christian church is certainly “one” and therefore “catholic” but not exclusively “Roman”. Church planting deconstructs the Roman Church’s claim to be the only church and emphasizes the “unity” of the church in terms of Gospel faithfulness instead of institutional adherence to the papal system.

In Rome there is much cynicism about the church and religion in general, as is the case in the rest of Europe. The cultural climate is skeptical and so opportunities exist to introduce the Gospel based on the virtuous circle of evangelical truth, evangelical community, and evangelical culture. Church planting is key to this goal because it joins believing and belonging, proclamation and service, the personal and the communal, creative contextualization and obedience to the Word of God. “Plantatio ecclesiae” used to be an action that went from Rome to the rest of the world. Now as ever it needs to be a commitment that reaches Rome as any other part of the world.

90. Roma, punto de misión

04 DE OCTUBRE DE 2014
La misionología habla de “plantatio ecclesiae” para describir el proceso de plantar una iglesia en una zona donde no hay ninguna. La razón fundamental de esta “plantatio” es que una vez la iglesia (católico romana) está instalada no es necesario plantar ninguna otra iglesia. ¡Esto es incluso más cierto en la ciudad de Roma! En la ciudad donde la Santa Sede tiene su centro y donde se encuentra el corazón de la Iglesia Católico Romana, ¿quién se atreve a plantar una iglesia? ¡La Iglesia (con mayúscula) ya existe, por definición! De este modo, la plantación de iglesias a la sombra del Vaticano requiere una tarea extra para identificar un mandato bíblico antes de embarcarse en semejante labor.
OBSTÁCULOS ESPIRITUALES
La plantación de iglesias en Roma tropieza con una gran cantidad de barreras religiosas y culturales: los no católicos a menudo son percibidos como sectas, gente torpe, extranjeros o movimientos religiosos nuevos. Algunas veces, lamentablemente, la actuación evangélica (p.e. la estrechez de miras, la mentalidad tribal, el exceso de sensibilidad a las diferencias y el alejamiento de la vida real) confirma estos estereotipos. El propósito, no obstante, debería ser mostrar que las iglesias evangélicas son bíblicas, clásicas, ortodoxas; iglesias protestantes que valoran la historia de la iglesia, el patrimonio de los Padres de la Iglesia y que tienen un largo legado en la historia del cristianismo, al tiempo que reflejan una vitalidad espiritual que les falta a tantas esferas del mundo religioso. Después, están las trabas teológicas y espirituales. Aquí todo el tema de la mediación pasa al primer plano. ¿Cómo nos acercamos a Dios? El punto de vista católico estándar es que las personas se relacionan con Dios mediante el sistema sacramental de la “madre” iglesia. La mayoría de las palabras que se utilizan son las mismas (p.e. la gracia, la cruz, el Evangelio, la salvación), pero quieren decir cosas muy diferentes y sus significados tienen que ser abordados. Los fundadores de iglesias deben evitar el peligro de suponer que términos tales como gracia, fe, Jesús, iglesia, cruz y Evangelio son comprendidos tal y como están definidos bíblicamente. Desmantelar los viejos patrones y construir de nuevos es una labor continua. Suave pero firmemente la gente necesita distanciarse del bagaje sacramental/institucional y descubrir el Evangelio de nuevo. Por último, existe la dimensión personal. El católico ordinario es alcanzado por el elemento personal del Evangelio pero, por lo general, no tiene conciencia de ello. Su religión es principalmente un conjunto de prácticas y tradiciones, pero no algo que involucra a toda su vida. Por consiguiente, la vida de comunidad, la vida de iglesia y la vida de familia son todos aspectos importantes para transmitir la diferencia práctica que una fe salvadora en Jesucristo trae a la vida cotidiana.
RETOS ECLESIOLÓGICOS Y OPORTUNIDADES DEL EVANGELIO
La casi totalidad de los países católico romanos están tan pobremente evangelizados como los países más laicos de Europa y Roma no es una excepción. La gran mayoría son cristianos nominales que tienen una pertenencia sociológica a una comunidad débil y ninguna fe salvífica en Jesucristo. Para la mayor parte de los católicos romanos la práctica se basa más en el catolicismo popular (p.e. devociones y procesiones) que en el cristianismo bíblico. La lectura de la Biblia estuvo prohibida durante siglos y esta censura ha producido un alto nivel de ignorancia bíblica. La gente cree que son “cristianos” porque fueron bautizados siendo niños y forman parte de una cultura “cristiana”, pero hay poco o ningún sentido de compromiso personal en lo que se refiere al Evangelio. Más allá de la superficie religiosa exterior, existe una mezcla de idolatrías religiosas y seculares junto con una combinación de paganismo pre y post moderno. Mientras que la presencia de la iglesia institucional es ominipresente, el impacto del Evangelio es mínimo y está oscurecido considerablemente por las conveniencias sociales y la indiferencia práctica. Roma es, por tanto, un campo de misión y la plantación de iglesias es la clave para el evangelismo y la transformación a través del Evangelio. Roma no está ciertamente acostumbrada a dar la bienvenida al pluralismo religioso y a la diversidad de iglesias. A lo largo de los siglos la Iglesia se ha presentado siempre como única y cualquiera fuera de la Iglesia (Católico Romana) era considerado un hereje y/o un cismático. La reivindicación de ser una “iglesia” fuera de la Iglesia Católico Romana es contracultural, pero es algo que la mayoría de la gente encuentra intrigante. Esto es especialmente cierto cuando se celebra la Cena del Señor (la Eucaristía es la parte central de todo el sistema católico romano donde se entrecruzan sus dimensiones dogmáticas, jerárquicas y sacramentales). Es aquí donde los fundadores de iglesias envían el mensaje que la iglesia cristiana es indudablemente “una” y, por consiguiente, “católica”, pero no exclusivamente “romana”. La plantación de iglesias deconstruye la reclamación de la Iglesia Romana de ser la única iglesia y enfatiza la “unidad” de la iglesia en términos de fidelidad al Evangelio en lugar de una adhesión institucional al sistema papal.
En Roma hay mucho cinismo sobre la iglesia y la religión en general, al igual que en el resto de Europa. El clima cultural es escéptico, por lo que existen oportunidades para introducir el evangelio basado en el círculo virtuoso de la verdad evangélica, la comunidad evangélica y la cultura evangélica. La plantación de iglesias es la clave para este objetivo ya que se une la creencia y la pertenencia, la proclamación y el servicio, lo personal y lo comunitario, la contextualización creativa y la obediencia a la Palabra de Dios. “Plantatio ecclesiae” solía ser una acción que iba desde Roma al resto del mundo. Ahora, como siempre, se necesita que haya un compromiso que alcance a Roma como a cualquier otra parte del mundo.

89. La Unidad ¿esfera o poliedro?

27 DE SEPTIEMBRE DE 2014
Al Papa Francisco no le gustan las esferas; le gustan los poliedros. En varios de sus recientes discursos y en diferentes contextos ha utilizado la imagen del poliedro para ilustrar lo que tiene presente cuando piensa en la unidad, es decir, la unidad de los cristianos y la unidad de la humanidad. En geometría elemental, un poliedro es una figura sólida de tres dimensiones con caras planas, bordes rectos y esquinas agudas o vértices. Sin entrar en demasiados detalles técnicos, la idea básica es que a un poliedro le falta la armonía y las proporciones de una esfera, pero conserva la unidad de un sólido. Y no sólo eso, tiene distancias variables desde su centro y no una sola manera de estar relacionado con él. Puede ser un tipo torpe de unidad, pero todavía mantiene el conjunto.
UNIDAD EN EL MUNDO GLOBAL
Francisco empezó a hablar inicialmente del poliedro en el contexto de la globalización. En un mensaje dirigido a un festival celebrado por la Doctrina Social de la Iglesia, que abordó la cuestión, dijo: “Me gustaría traducir el tema en una imagen: la esfera y el poliedro. Tomemos la esfera para representar la homologación, como una clase de globalización: es lisa, sin facetas e igual a sí misma en todas sus partes. El poliedro tiene una forma similar a la esfera, pero es multifácetico. Me gusta imaginar a la humanidad como un poliedro, en el cual las formas múltiples, a la hora de expresarse, constituyen los elementos que componen la familia humana en una pluralidad. Y esto es la verdadera globalización. La otra globalización, o sea la de la esfera, es una homologación” (6 de dic. de 2013).
Según este punto de vista, la globalización como una esfera puede llevar a la uniformidad cultural y a la homologación social, mediante las cuales un modelo de desarrollo y una forma de vida se convierten en el centro de lo que significa ser humano y el mundo entero debe ajustarse a ello. La globalización como un poliedro, por otra parte, permite múltiples soluciones que son diferentes unas de otras manteniendo al mismo tiempo relaciones vitales entre sus componentes. En este último, la homogeneidad no se impone y se fomenta la multiplicidad. En su Exhortación Apostólica del año 2013 Evangelii Gaudium, Francisco elaboró un trabajo sobre los peligros de reducir el mundo a un modelo económico único y a un paradigma cultural monolítico. Esta globalización trae “una economía de exclusión”, “la nueva idolatría del dinero”, “un sistema financiero que gobierna en lugar de servir” y “desigualdad que genera violencia”. La globalización, al querer moldear el mundo en un modelo único, lo que hace es matarlo. Por el contrario, si se celebra la diversidad del mundo hace que éste florezca. El centro de este poliedro es la humanidad común que todos los seres humanos comparten, mientras las diferentes caras representan las particularidades culturales que no pueden exprimirse ni ser ignoradas por la globalización.
LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
Lo que es interesante de la utilización por parte de Francisco de estas imágenes geométricas es como las aplica al ámbito del ecumenismo. La unidad de los cristianos tiene sus propias metáforas bíblicas, tales como la de un único cuerpo con una cabeza y muchos órganos y partes (1 Corintios 12). En su visita a la Iglesia Pentecostal italiana (28 de Agosto de 2014) Francisco desarrolló su idea del ecumenismo como un poliedro: “Estamos en la era de la globalización, y nos preguntamos qué es la globalización y lo que podría ser la unidad de la iglesia: quizás una esfera, donde todos los puntos son equidistantes del centro, ¿todos iguales? ¡No! Esto es uniformidad. ¡Y el Espíritu Santo no crea la uniformidad! ¿Qué figura podemos encontrar? Estamos pensando en el poliedro puesto que el poliedro es una unidad, pero con todas las partes diferentes; cada una tiene su peculiaridad y su carisma. Esto es unidad en la diversidad”. Leyendo entre líneas, parece claro que la unidad como una esfera es el ecumenismo católico romano pre-Vaticano II, por el cual los otros cristianos eran drásticamente invitados a “volver” al redil católico y cumplir sus doctrinas y prácticas bajo la autoridad del Papa.
Con el Vaticano II el catolicismo romano actualizó su proyecto ecuménico y adoptó un tipo de círculo concéntrico de la unidad en el que la Iglesia única y sola “permanece en” la Iglesia Católico Romana y las otras iglesias y comunidades gravitan alrededor de su centro según su grado de proximidad o distancia. De acuerdo con el Vaticano II y las posteriores enseñanzas magisteriales, la unidad de los cristianos es triple: 1. profesar la misma fe, 2. celebrar la misma Eucaristía (es decir, en la forma católico romana) y 3. estar unidos bajo el mismo ministerio sacramental en la sucesión apostólica (o sea, bajo el Papa). ¿Cómo encaja un tipo poliedro de unión, como la promovida por el Papa Francisco, en esta visión de la unidad? Por ejemplo, en lo que se refiere al segundo signo mencionado antes, ¿está diciendo el Papa que la comprensión sacrificial de la Eucaristía y la teología de la transubstanciación pertenecen al centro de la unidad de los cristianos o son detalles que se pueden acomodar a las diferencias? ¿O dice el Papa que la sucesión apostólica, que es la base de la estructura jerárquica de la Iglesia Católico Romana, forma todavía parte del centro o es una variable secundaria para la unidad de los cristianos?
Los poliedros son sólidos fascinantes y el uso de Francisco de la imagen del poliedro invita a la reflexión. No obstante, el problema para la unidad de los cristianos no radica primordialmente en la metáfora que utiliza, sino en la visión teológica que la nutre. Si la Eucaristía católica y el sistema sacramental católico forman parte del centro de la unidad de los cristianos, pueden hacerse referencias a las esferas o a los poliedros tanto como se quiera, pero la sustancia del problema es que la unidad todavía gravita alrededor de la Iglesia Católico Romana y sus distintas perspectivas y no alrededor del Evangelio bíblico que llama a todos los cristianos a ajustarse a la mente de Cristo.