76. La Catolicidad del Papa Francisco

15 DE MARZO DE 2014

Hace un año (el 13 de Marzo), el Cardenal Bergoglio era elegido como el Papa Francisco. Diferentes evaluaciones de este primer año proliferan por todas partes en forma de libros y editoriales. Las mismas muestran varias interpretaciones de lo que el Papa ha hecho, dicho y realizado hasta ahora. Como su primer aniversario se aproxima parece adecuado formular varias preguntas, y en todas ellas se supone que algo significativo ha estado ocurriendo. ¿Cuál ha sido el “efecto Francisco” en la iglesia? La respuesta más sencilla es que el Papa está imaginando una clase diferente de catolicidad.

 La Catolicidad Católico Romana

La comprensión católico romana de la catolicidad tiene que ver simultáneamente con la unidad y la totalidad. La premisa básica es que la multiplicidad debe adaptarse a una unidad. La Iglesia es vista como una expresión, un garante y un promotor de la unidad verdadera entre Dios y la humanidad y dentro de la propia humanidad. En términos del Vaticano II, la Iglesia es un “sacramento de unidad”. Siempre y cuando la estructura institucional que preserva esta unidad permanezca intacta (es decir, el elemento romano), todo puede y debe encontrar su hogar en algún lugar dentro de su reino (o sea, el elemento romano).

La mentalidad católica se caracteriza por una actitud de apertura total sin perder el contacto con su centro romano. Es intrínsicamente dinámica y global, capaz de mantener juntas doctrinas, ideas y prácticas que en otras tradiciones cristianas son consideradas como mutuamente excluyentes. Por medio de su inclusiva epistemología  et-et , en un sistema católico dos elementos aparentemente contradictorios pueden conciliarse en una síntesis que implica a ambos. En principio, el sistema es lo suficientemente amplio para dar la bienvenida a todo y a todos. El término a definir no es la Palabra de Dios escrita  (sola Escritura)  sino la propia Iglesia Romana. Entonces, desde un punto de vista católico afirmar algo no significa necesariamente negar otra cosa, sino simplemente quiere decir ensanchar la propia perspectiva de la verdad entera. A este respecto, lo que se percibe como importante es la integración de la parte en el todo católico por el medio de relacionar lo recién afirmado con lo que ya existe.

La Catolicidad permite un desarrollo doctrinal sin una ruptura radical con el pasado y también admite que coexistan diferentes clases de catolicidad. Cada Papa tiene su propio proyecto de catolicidad. Juan Pablo II presionó mucho para que la iglesia se convirtiera en un actor global, expandiendo en consecuencia la catolicidad geográfica y su perfil con los medios de comunicación. Benedicto XVI intentó definir la catolicidad en términos de su adhesión a la “razón” universal, tratando así de volver a conectar el abismo entre la fe y la razón que la Ilustración Occidental había introducido. Estos proyectos de catolicidad no son mutuamente exclusivos, pero todos ellos contribuyen a la dinámica global de la catolicidad de la Iglesia. Todos estaban orgánicamente relacionados con el elemento romano que garantiza la continuidad del sistema.

 La Planificación de la Catolicidad de Francisco

Después de un año de pontificado es cada vez más evidente la clase de catolicidad que tiene Francisco en mente. Quiere construir sobre la catolicidad global de Juan Pablo II al tiempo que cambia el énfasis de la rigidez doctrinal de Wojtyla a modelos más integradores. Defiende “de palabra” la catolicidad racional de Ratzinger, pero desea impulsar el programa desde las batallas ideológicas de Occidente a los asuntos “humanos” que son más atractivos en todo el espectro mundial. Si Ratzinger quería marcar la diferencia entre la Iglesia y el mundo, Francisco intenta hacer una superposición. Al modelar la nueva catolicidad parece estar más cerca del tono “pastoral” de Juan XXIII, quien será canonizado (es decir, declarado “santo”) el próximo mes de abril. Así hay continuidad y desarrollo. Esta es la esencia de la catolicidad.

Francisco tiene poco tiempo para las verdades “no negociables” y presta más atención a la diversidad de la conciencia de las personas. Está más interesado en la calidez que en la luz y más en la empatía que en el juicio. Se centra en las actitudes más que en las identidades y en abrazar más que en enseñar. Destaca las relaciones sobre las doctrinas. Para él la proximidad es más importante que la integridad. La pertenencia conjunta tiene prioridad sobre la creencia diferente. Llegar a las personas está antes que invitarles a regresar. Por supuesto, todas estas calificaciones no se oponen mutuamente, pero su relación se ha elaborado en el marco de un nuevo equilibrio, por lo cual el primero determina la orientación general. La catolicidad romana funciona de esta forma: no abandonar nunca el pasado y ampliar siempre la síntesis por medio del reposicionamiento de los elementos que están alrededor del centro romano.

Francisco llama “misión” a esta catolicidad. La palabra es familiar e intrigante para los cristianos creyentes en la Biblia; sin embargo, se tiene que comprender lo que quiere decir con ello, más allá de lo parece significar en la superficie.

83. La vérité sur ce que le pape François pense de la Réforme (et de Calvin en particulier)

Amical, sensible, désirant sans cesse souligner les ressemblances et mettre de côté les différences. C’est l’image populaire que le pape François a présentée pour l’instant dans le cadre de ses relations avec les non-catholiques. Beaucoup sont impressionnés par son style sympathique qui cherche souvent à soutenir les autres. Si telle a été la règle jusqu’à présent, nous savons maintenant qu’elle connaît une exception, et des plus significatives. La réédition récente d’une conférence sur l’histoire des jésuites, donnée par l’archevêque Bergoglio en 1985 en Argentine, révèle le jugement sévère qu’il porte sur la Réforme protestante en général et sur Jean Calvin en particulier. Cette conférence a été rééditée en Espagne en 2013 puis traduite en italien sous forme de livre (Chi sono i gesuiti, Bologne, EMI, 2014). Dans la mesure où rien n’indique qu’il ait changé d’avis, nous pouvons considérer que le contenu de ce livre reflète toujours de manière exacte ce que le pape François pense de la Réforme protestante.

Le protestantisme comme racine de tous les maux

Dans son examen de l’histoire des jésuites, Bergoglio s’intéresse tout spécialement à leurs interactions avec la Réforme et à leur rôle missionnaire en Amérique Latine. Pour lui, la Réforme amène immanquablement à l’annihilation de l’homme par son angoisse (avec pour résultat l’existentialisme athée) ainsi qu’à un saut dans l’inconnu par une sorte de surhomme (comme Nietzsche l’avait imaginé). Ces deux issues conduisent à « la mort de Dieu » et à une sorte de « paganisme » qui se manifeste par le nazisme et le marxisme. Tout cela émane bien entendu de la « position luthérienne » ! Bergoglio soutient que la Réforme est la racine de toutes les tragédies de l’Occident contemporain : de la sécularisation à la mort de Dieu en passant par les régimes totalitaires et les suicides idéologiques.

Rien de nouveau sous le soleil. Cette vision de la Réforme effroyable et désobligeante est depuis des décennies l’interprétation de l’histoire européenne moderne la plus répandue parmi les polémistes catholiques de la Contre-Réforme. Bergoglio ne l’a pas inventée. Il la réaffirme plutôt, comme si aucune recherche historique ni analyse théologique et culturelle n’avait été réalisée avec rigueur depuis le Concile de Trente. Qu’allons-nous faire du ton amical qu’il adopte avec les protestants, s’il pense vraiment que tous les maux de la civilisation Occidentale sont imputables à « la position luthérienne » ?

Jean Calvin : le bourreau spirituel

Mais ce n’est pas tout. Bergoglio fait la distinction entre Martin Luther « l’hérétique » et Jean Calvin « l’hérétique » et « schismatique ». L’hérésie luthérienne est « une bonne idée devenue folle », mais Calvin est pire encore car il a aussi mis en pièces l’homme, la société et l’Église. En ce qui concerne l’homme, le Calvin de Bergoglio a opéré une scission entre la raison et cœur, produisant ainsi la “misère calviniste”. Dans la société, Calvin a monté la bourgeoisie contre les autres classes laborieuses, devenant de fait « le père du libéralisme ». Le pire schisme concerne cependant l’Église. Calvin a « décapité le peuple de Dieu de son union avec le Père ». Il a séparé le peuple de Dieu de ses saints patrons. Il l’a aussi coupé de la messe, c’est-à-dire de la médiation de la « présence réelle » de Christ. Pour résumer, Calvin fut le bourreau qui a détruit l’homme, empoisonné la société et ruiné l’Église !

C’est peu dire que Bergoglio n’aime pas Calvin. Il a beaucoup de rancœur à son encontre. Mais au-delà de clichés tendancieux et dépassés, est-on sûr qu’il comprend Calvin ? 2017 marquera le 500e anniversaire de la Réforme protestante. Ce sera l’occasion pour François de se plonger dans des livres d’histoire un peu plus récents afin de se faire une idée plus juste et plus équilibrée de ce qui s’est passé depuis le 16e siècle. S’il ne change pas de position sur la Réforme, tout son langage « œcuménique » ne sera plus qu’une couverture superficielle masquant une véritable haine à l’encontre de Luther et surtout de Calvin.


Traduction : Nicolas B. /

75. Liberation Theology, the Prodigal Daughter

February 28th, 2014

There was a time, only a few years ago, when the simple reference to “Liberation Theology” would cause many eyebrows to raise in the Vatican. Those times are now over. What was perceived and even publicly denounced as one of the most dangerous threats confronting the Roman Catholic Church is now seen as a legitimate, if not necessary, stream of its ever expanding life.

Liberation Theology As It Was Then

Liberation Theology was the title of a seminal book published in 1973 by Peruvian theologian Gustavo Gutiérrez in which he advocated the idea that theology should be at the service of “integral” liberation, i.e. spiritual and economic freedom resulting in social justice. It was a new way of doing theology that would prioritize the people’s cries “from below” rather than the expectations of the ecclesiastical intellectual hierarchy “from above.” It would work its way bottom-up rather than top-down, and would consider the poor as the major theological player rather than the receiving end of decisions made by the rich, and would denounce as oppressive the capitalistic status quo that the Catholic Church would have instead assumed in Latin America. Other noted exponents are Leonardo and Clodoveo Boff of Brazil, Jon Sobrino of Spain, and Juan Luis Segundo of Uruguay.

Its critics associated Liberation Theology with Marxist ideology, materialistic anthropology, and revolutionary politics that would turn the traditional teaching and practice of the Church upside down. The Catholic Church strongly reacted against it. John Paul II, while paying lip service to some of the concerns expressed by Liberation Theology, was active in trying to silence it as much as he could. In the mid-Eighties his theological watchdog, Cardinal Ratzinger, then heading the Congregation for Sacred Doctrine, worked hard to limit its influence. Those days are now over. Why? Mutatis mutandis, has Liberation Theology changed its basic message or has the Church modified its stance? The latter seems to be the case.

Liberation Theology As It Is Now

Two substantial changes have made this shift possible. One, of course, is that since 2013 the Pope is Latin American. While it is not possible to classify Francis as a liberationist, he nonetheless shares a concern for the poor, an interest in the margins of the world and an appreciation of folk Catholicism. He simply does not seem to see Marxist categories working in and through what Liberation Theology tried to articulate. The “soft Gospel” of the Pope puts less emphasis on theological and ideological issues and in so doing he has significantly softened the controversy. The other change is that the present head of the Congregation for Sacred Docrine is Cardinal Gerhard Ludwig Müller (since 2012), a German like Ratzinger, but, unlike his predecessor, a disciple and admirer of Gustavo Gutiérrez. Rome is now in the position of reassessing Liberation Theology even beyond past critical evaluations and disciplinary measures

Two recent books by Müller illustrate how the Vatican now views Liberation Theology from a completely different perspective. An der Seite der Armen: Theologie der Befreiung (On the Side of the Poor: Liberation Theology) is a 2004 German title that the Cardinal wrote with Gutiérrez himself. Povera per i poveri: La missione della chiesa (Poor for the poor: The mission of the Church) is a 2014 title that has just been published by the Vatican Press.

In these highly sophisticated books, Müller argues that Liberation Theology is a “regional” theology that finds her home in the “catholicity” of the Roman Church and stands in continuity with the classical theology of the church. It was preceded by the Nouvelle Théologie (New Theology) which predated Vatican II and was subsequently prepared by the theology of Karl Rahner. From Henri De Lubac Liberation Theology learned that grace works within nature and not from outside of it. From Rahner it embraced the idea that grace is already in nature and not something foreign to it. In Müller’s view, Liberation Theology is a regional application of what mainstream Catholic theology had already affirmed before and after Vatican II.

Liberation Theology is no longer viewed as being a pseudo-theology soaked in Marxist ideology, but is instead a fully recognized daughter of the Church which took seriously the re-orientation that Vatican II gave to Catholic theology and implemented it into the particular context of Latin America. This is the latest exercise of Roman catholicity whereby something that is in apparent conflict is instead seen as a part of the whole, i.e. the Roman Catholic synthesis.

75. La Teología de la Liberación, la Hija Pródiga

08 DE MARZO DE 2014

Hubo un tiempo, hace sólo unos pocos años, cuando la simple referencia a la “Teología de la Liberación” hacía arquear muchas cejas en el Vaticano. Aquellos tiempos ya han pasado. Lo que se percibió e incluso se denunció públicamente como una de las más peligrosas amenazas a la que se enfrentaba la Iglesia Católica, se ve ahora como una legítima, por no decir también necesaria, corriente de su vida en constante expansión.

 La Teología de la Liberación como era entonces

 “La Teología de la Liberación”  es el título de un influyente libro publicado en 1973 por el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez en el cual defendía la idea de que la teología debería estar al servicio de la liberación “integral”, es decir, la libertad económica y espiritual que surgiría como resultado de la justicia social. Era una nueva forma de hacer teología que priorizaría más el clamor de la gente “desde abajo”, que las expectativas de la jerarquía eclesiástica intelectual “desde arriba”. Haría su camino de abajo hacia arriba más bien que de arriba hacia abajo y consideraría a los pobres como el principal actor teológico antes que recibir el final de las decisiones tomadas por los ricos. También denunciaría como opresivo el  status quo  capitalista que en cambio la Iglesia Católica ha asumido en Latinoamérica. Otros destacados exponentes son Leonardo y Clodoveo Boff de Brasil, Jon Sobrino de España y Juan Luis Segundo de Uruguay.

Sus críticos relacionaron la Teología de la Liberación con la ideología marxista, la antropología materialista y la política revolucionaria, que cambiaría drásticamente la enseñanza y la práctica tradicionales de la Iglesia. La Iglesia Católica reaccionó enérgicamente contra la misma. Juan Pablo II, al tiempo que “de palabra” aparentaba estar de acuerdo con las inquietudes expresadas por la Teología de la Liberación, fue muy activo en tratar de silenciarla tanto como pudo. A mediados de la década de los ochenta su perro guardián teológico, el Cardenal Ratzinger, entonces a cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe, trabajó muy duro para limitar su influencia. Esos días se han acabado. ¿Por qué?  Mutatis mutandis , ¿la Teología de la Liberación ha cambiado su mensaje fundamental o la Iglesia ha modificado su postura? Lo último parece ser lo cierto.

 La Teología de la Liberación como es ahora

Dos variaciones sustanciales han hecho posible este cambio. Una es, por supuesto, que desde el año 2013 el Papa es latinoamericano. Si bien no se puede clasificar a Francisco como liberacionista, comparte, no obstante, la preocupación por los pobres, el interés por los límites del mundo y el reconocimiento del catolicismo popular. El, sencillamente, parece que no ve las categorías marxistas funcionando en y mediante lo que la Teología de la Liberación intentaba articular. El “Evangelio suave” del Papa pone menos énfasis en los temas ideológicos y teológicos y al hacerlo así ha suavizado significativamente la controversia. El otro cambio es que el actual dirigente de la Congregación para la Doctrina de la Fe es el Cardenal Gerhard Ludwig Müller (desde 2012), alemán al igual que Ratzinger pero, a diferencia de su predecesor, discípulo y admirador de Gustavo Gutiérrez. Roma está ahora en la posición de valorar de nuevo la Teología de la Liberación, incluso más allá de las pasadas evaluaciones críticas y las medidas disciplinarias.

Dos libros recientes escritos por Müller ilustran la forma en que el Vaticano contempla ahora la Teología de la Liberación desde una perspectiva completamente diferente. “ An der Seite der Armen: Theologie der Befreiung”  (Del Lado de los Pobres: La Teología de la Liberación) es un título alemán que el Cardenal escribió en 2004 con el propio Gutiérrez. “ Povera per i poveri: La missione della chiesa”  (Pobres para los pobres: La misión de la Iglesia) es un título que acaba de publicarse en 2014 por la Vatican Press.

En estos libros tan sofisticados, Müller argumenta que la Teología de la Liberación es una teología “regional” que encuentra su hogar en la “catolicidad” de la Iglesia Romana y continúa con la teología clásica de la iglesia. Fue precedida por la  Nouvelle Théologie  (Nueva Teología) la cual antecedió al Vaticano II y con posterioridad fue preparada por la teología de Karl Rahner. Desde Henri De Lubac, la Teología de la Liberación aprendió que la gracia obra dentro de la naturaleza y no fuera de ella. Desde Rahner adoptó la idea de que la gracia se encuentra ya en la naturaleza y no es algo ajeno a la misma. Desde el punto de vista de Müller, la Teología de la Liberación es una aplicación regional de lo que la corriente principal de la teología católica había ya afirmado antes y después del Vaticano II.

La Teología de la Liberación ya no se considera como una pseudo teología empapada de la ideología marxista, sino una hija plenamente reconocida de la Iglesia que se tomó seriamente la reorientación que el Vaticano II dio a la teología católica y la puso en práctica en el contexto particular de Latinoamérica. Este es el último ejercicio de la catolicidad romana, por el cual algo que está en aparente conflicto es visto en su lugar como una parte del todo, o sea, la síntesis católico romana.

74. The UN, the Vatican, and their Political and Theological Abuses

February 14th, 2014

The United Nations’ report on Vatican child protection efforts (5th February) has stirred many reactions on various fronts. In regard to the Catholic Church’s approach to dealing with cases of pedophilia, the UN Committee on the Rights of the Child has assessed the situation and pointed out some remaining areas of opacity in Vatican procedures concerning such matters. The Committee has also taken the opportunity to recommend certain changes in the ways in which the Catholic Church thinks of reproductive rights and education of sexuality. 

Fighting Abuses and Recommending Politically Correct Changes

For decades cases of pedophilia committed by Catholic priests have been reported without the Church authorities taking immediate action to stop such abuses, to protect the children involved, and to prevent further episodes. The general tendency has been to downplay the reports and safeguard the interests of the institution by trying to maintain the lowest profile possible. Instead of being transparent and honest, the Church has often practiced a self-defensive approach. It needs to be said that Cardinal Ratzinger, then Pope Benedict XVI, has worked hard to change the internal policies and that the attitude of the Roman Catholic hierarchy has varied from place to place, largely depending on the social control that the Church was able to exercise on society and the media.

The UN Committee now surveying the situation acknowledges the improvements and solicits a fully transparent policy against pedophilia. What is perhaps more striking, however, is what the report says beyond pedophilia. The UN document addresses areas such as reproductive rights and discrimination, abortion and contraception and sexuality in general. In recommending stronger actions against sexual abuses against children, it also encourages the Catholic Church to revise its teachings on various “sensible” ethical issues which belong to the traditional Christian moral vision. It criticizes the “conservative” stance on sexuality and pushes for more “progressive” views on life issues. A document that was intended to report on the state of affairs concerning pedophilia is instead become a proposal for re-working the moral teaching of the Church. Is this what a UN agency is meant to do?

Does the Church Need a “Holy See”?

Many observers have rightly criticized this ideological use of a UN report which intrudes on matters that belong to the moral sphere. Some have seen it as an attempt to impose a “politically correct” view on sex and reproductive freedom. Others have questioned the composition of the Committee which is largely influenced by representatives of NGOs that will fight for abortion on demand. All these concerns are matters of serious consideration. The document is more of a “culture war” text than a specific report on a certain issue. The pervasive role of the UN in promoting a secularist “single thought” is apparent. 

Having said all this, there is another fundamental question that is not being addressed, let alone asked by commentators. It is a question that goes beyond the specific contents of the report. Why on earth does the Roman Catholic Church need a “Holy See” for its mission? The Holy See is a sovereign state with full political and diplomatic authority, it’s a territory, an army, and a bank. The Pope is a political monarch. The Holy See is part of the United Nations as a nation among others. Of course, the Holy See is a child of a long historical process whereby the Roman Church in its central institution has developed a dual identity, i.e. a church and a state joined together.

Everyone is a child of its history, but the church should always be ready to change according to the Word of God and concerning things that are contrary to the will of its Master. Jesus Christ, the true head of the church, never intended the church to be a state and its pastors to be political kings. According to the Bible, Caesar and the magistrates have their legitimate authority. While living in the world of Caesar and the magistrates the church has a different calling, not to be confused nor overlapped with the former. While the UN abuses its power in commending a secularist agenda, the Holy See abuses its identity in being what its alleged Lord never wanted it to be. The UN needs to be questioned politically but the Vatican in its institutional outlook needs to be challenged theologically.