28 de Enero de 2014
“¿Está dividido Cristo?” Esta es la pregunta que hace Pablo de forma retórica a los corintios (1 Corintios 1:13), y es también la interrogación que el Papa Francisco ha comentado en su homilía al final de la Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos en la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma. Su breve meditación muestra la pasión, que es un sello distintivo del presente pontificado, pero también reafirma aspectos importantes del tradicional punto de vista católico romano de la unidad que ha sido expuesto desde el Vaticano II.
UNA PROPUESTA Y UN OBJETIVO
La primera observación tiene que ver con el entendimiento de la unidad como un “objetivo”. En sus comentarios sobre los progresos del movimiento ecuménico, habla de “andar juntos en el camino hacia la unidad”, lo que implica la idea de que la unidad se encuentra delante de nosotros como si fuera una meta a ser alcanzada finalmente. La unidad está, por lo tanto, en un tiempo futuro. ¿Qué significa exactamente la unidad aquí y por qué está en el tiempo futuro? Más adelante, el Papa hace un comentario que arroja luz sobre estas cuestiones. Se refiere a la expectativa de la “restauración de la unidad plena y visible entre todos los cristianos” como el futuro punto culminante de la trayectoria ecuménica. Es necesario, no obstante, desenvolver tal declaración.
Primero está la idea de la “restauración”. Según esta visión, hubo un tiempo en la vida de la iglesia en que existió una plena y visible unidad. No se indica explícitamente, pero quizás se refiere al “indiviso” Primer Milenio de la iglesia antes del Cisma Este – Oeste (1054 d. C.) y de la Reforma Protestante del siglo XVI. Este punto de vista es común en los círculos ecuménicos pero sumamente problemático tanto desde la posición histórica como desde la teológica. Desde sus primeros años, la iglesia sigue constantemente batallando con divisiones y conflictos internos, como lo testifica el texto paulino.
Antes de que hubiera un Papa e incluso después de la existencia del papado, nunca existió una “edad de oro” de la unidad de los cristianos, ¡ni siquiera dentro de la misma Iglesia Católico Romana! La unidad siempre se destaca por estar en tensión y bajo ataque. Más que restaurar la unidad, la Biblia nos anima a “mantener” la unidad que ya nos ha sido dada (Efesios 4:3) y dotar al cuerpo de Cristo con el fin de “alcanzar” la unidad de la fe (4:13). En otras palabras, desde el comienzo de la iglesia, la unidad es tanto una propuesta como un objetivo. Es un don y una tarea. El modelo de restauración implica erróneamente que la unidad era completa en las primeras etapas de la iglesia y que luego se perdió en el camino y ahora necesita ser recuperada. La unidad de los cristianos en cambio es una realidad concedida entre aquellos que el Padre ha dado a su Hijo (Juan 17:9) que debe ser protegida y vivida.
Segundo, el Papa hace referencia a la “plena” y “visible” unidad como el objetivo del ecumenismo. Según la visión católico romano, “pleno” significa completo sacramentalmente, es decir, el mismo bautismo, la misma eucaristía y el mismo ministerio. Dada la autocomprensión de la Iglesia Romana, quiere decir que hay que adherirse y someterse a la teología sacramental de Roma y a la naturaleza jerárquica de su sacerdocio. “Visible” significa que la unidad necesita aceptar la estructura papal visible de la Iglesia Católico Romana como la manera divinamente señalada para la Unica Iglesia de Cristo. El precio ecuménico para la plena y visible unidad es la aceptación del punto de vista católico romano de la iglesia. Todas las demás opiniones son defectuosas y, al final, parciales e invisibles.
¿ORAR A PABLO?
Al terminar su homilía, el Papa Francisco comunica que previamente había visitado la tumba de San Pablo en la Basílica con otros líderes cristianos y se exhortaron mutuamente con estas palabras: “Oremos para que Pablo nos ayude en este camino a medida que avanzamos hacia la unidad”. ¿Es realmente a Pablo a quien hay que orar para avanzar en la unidad? ¿Está él efectivamente en la posición de ayudar? Aquí, de nuevo, se levanta otro obstáculo fundamental hacia la unidad.
Según el Papa, puede orarse a Pablo, pero el mismo Pablo que nos enseñó acerca de la unidad fue quien escribió: “Doblo mis rodillas ante el Padre” (Efesios 3:14). La restauración de la pureza del Evangelio y la preservación de la unidad de los cristianos (como un don y una tarea) se pertenecen conjuntamente. Pablo fue el gran apóstol de los gentiles y señaló al Dios Trino como el modelo de nuestra unidad (Efesios 4). No debemos buscar la ayuda de Pablo más allá de lo que Dios le inspiró para escribir sus epístolas.